Un efecto colateral de la crisis puede ser el fin del nacionalismo en Europa. Hablo del nacionalismo de verdad, el de las naciones, y no tanto del pequeño nacionalismo parroquial. De hecho, se está fraguando una gran fusión, que llevaría al control por la Unión de las diversas economías nacionales, o sea, a la efectiva unión de la Unión. Las economías se abrazan unas a otras cuando se ven en peligro, o están ya cayendo al pozo. Es un momento crucial, incierto, dramático, como todos los que rodean a los grandes cambios. ¿Se agarrará Irlanda al brazo que le tiende la Unión, un brazo que salva al país, pero al mismo tiempo lo atrapa en la red de la razón económica, sacándolo de la razón nacionalista? ¿O preferirá enfermar de peste, contagiando de paso a media Unión? Tratándose de un nacionalismo expiativo y redencional, como el de la muy religiosa Irlanda, todo es posible.