Titulaba el Diario de Mallorca del domingo 14 la presentación por Antich de Francina Armengol como candidata a presidir el Consell por el partido socialista, con su frase de que eran la alternativa a la lacra de corrupción del PP y UM. La secuencia tradicional en las confrontaciones electorales es que el partido en el gobierno ponga en valor sus realizaciones esperando la retribución de los votos; y que la oposición presente su proyecto alternativo al gobierno, esperando así mismo convencer a los electores. Quien presenta la alternativa a lo realmente existente es la oposición; quien ofrece continuidad, es el gobierno. Aquí, el partido del gobierno se ofrece como alternativa a una oposición que no ha gobernado. Los socialistas no se comportan como gobierno sino como oposición. La única explicación es que el partido del gobierno no puede ofrecer resultados de su gestión. Debido a: 1) La parálisis provocada por un gobierno compuesto por siete partidos heterogéneos, que han funcionado como reinos de taifas, con incompatibilidad absoluta de programa entre miembros que lo hicieron posible -UM y Bloc-, hasta quedar en minoría -impotente para aprobar ni leyes importantes, ni los presupuestos de 2011, ni los aumentos impositivos para los más ricos- después que la acción de jueces y fiscales obligaran a Antich –a regañadientes– a deshacerse de UM. 2) El dudoso honor, llamándose progresistas, de encabezar la relación de CC.AA. que no han cumplido la Ley de Dependencia, destinando los recursos del Estado a otras cuestiones, por ejemplo, las productoras televisivas: Farrús y Serra. 3) La tasa de paro en las islas más alta de su historia 4) Que la única realización importante con efectos en el ámbito de la vida ciudadana es el hospital de Son Espases, una iniciativa del anterior gobierno del PP que prometió anular la izquierda gobernante. En resumen, los socialistas se presentan como si no hubieran gobernado. Han estado en el gobierno, han ocupado el poder, pero no han gobernado.

Los socialistas, sabedores de todo lo que hacía UM –en el caso Maquillaje Miguel Oliver informaba de cada paso a Antich y Armengol–, pactaron con este partido para ocupar el poder, como el PP anteriormente, en el Consell, en el Ajuntament de Palma y en el Govern, siendo esta responsabilidad compartida por el resto de la izquierda, comunista, verde y nacionalista. Pactar con corruptos para ocupar el poder significa poder corrupto, que es el que han usufructuado durante estos cuatro años. Pactar con la corrupción significa corromperse. De ahí el sentimiento de que no podemos salir de ella. La pregunta clave que alguien debiera responder es: si la ha habido con el pacto PP-UM y también la ha habido con el pacto PSIB-UM-Bloc, si la clase política apenas ha cambiado unas pocas personas en el seno del PP y de UM, ¿por qué habría ahora de ser diferente? Apliquemos el incómodo ejercicio de la lógica a la afirmación de que los socialistas son la alternativa a la lacra de corrupción del PP y UM, Escila. Dado que la corrupción señalada acaeció en el pasado, hay que recordar que la que se preocupan en no señalar, es decir la que fue posible con los votos del PSOE o con los pactos en Consell, Govern y Ajuntament de Palma -Son Oms, Comisión Insular de Urbanismo, EMAYA, Ibatur, Buils, Nadal, Liga Norte-, o mirando a otra parte -Can Domenge- para alcanzar el poder, también ocurrió en el pasado, es por lo que, con el mismo derecho, se podría afirmar que los socialistas ofrecen la alternativa de la lacra de la corrupción del PSOE y UM, con la colaboración del Bloc, Caribdis.

Sin el voto de UM –está por ver que pueda superar esta vez la barrera del 5%– es muy difícil que Antich pueda volver a la presidencia del Govern. Ya sabemos que Antich está dispuesto a volver a pactar. Lo que tendrá que explicar durante la campaña electoral es cómo va a conciliar en el futuro lo que ha sido incapaz de conciliar en el pasado, dejando aparte la corrupción. Es decir, cómo va a transformar la experiencia de la impotencia de un gobierno heteróclito, formado por fuerzas políticas incompatibles entre sí, en un gobierno capaz de gobernar. Hace cuatro años se miraba en el espejo del tripartito catalán. Un espejo roto.