Lo ha explicado atinadamente Luis de Vega, el corresponsal de "ABC" expulsado de Marruecos por sus veraces crónicas sobre este país: Marruecos no es "técnicamente" una dictadura. "Es cierto que hay un Parlamento, un sistema judicial y un Gobierno, pero no hay separación de poderes. Hay una Corona y sobre ella recaen todas las decisiones últimas que se tomen en el país". Evidentemente, Marruecos no es un país como Irán o Libia, "pero tampoco existe una separación de poderes".

Sucede, en fin, que las libertades son por definición indivisibles. Que la democracia no admite adjetivos ni variantes. Y que es precisamente la falta de transparencia de Marruecos la que corrobora el carácter autoritario del régimen. Porque lo de menos es que Rabat tenga o no razón sobre los hechos: lo grave, lo descalificante, ya no es la realidad sino la imposibilidad de que esta realidad sea contemplada sin intermediarios por la comunidad internacional.

Por decirlo más claro, el oscurantismo marroquí ya basta para negar a ese país la condición de democracia.