De confirmarse lo publicado sobre la petición y manejo, por parte del consistorio de Inca, de listas de enfermos ingresados en el hospital, podría haber una denuncia e intervenir la Justicia, por vulneración de la Ley de Protección de Datos. Pero más allá de esto, quedaría retratada una forma populista de actuar desde una institución pública: la del político intruso, que siendo incapaz de afrontar eficazmente las áreas que le corresponden, irrumpe en aspectos alejados de sus verdaderas funciones. Los argumentos con los que se ha justificado esta forma de actuar son risibles, tanto por lo sentimental, como por tratar al ciudadano como un bobo que necesita que le adulen.

En el pasado, el alivio al enfermo era competencia del sacerdote, que consolaba al paciente, intentando añadir un paliativo espiritual que llegara donde la medicina no podía hacerlo. En las últimas décadas, el psicólogo ha desplazado al cura en funciones de este cariz, sobre todo en los casos de tragedias donde mueren muchas personas. Pues bien, el PP de Inca se ha propuesto revolucionar la historia de la medicina aportando el tremendo poder curativo y sugestivo de sus concejales. Esto es lo que se desprende de la carta, publicada por DM, que el anterior alcalde de Inca, Pere Rotger, envió al gerente del hospital, solicitando los nombres de los pacientes inquenses ingresados. Con compasivas intenciones, se apela en la misiva a la solidaridad, la proximidad, la ayuda al ciudadano, siempre procurando consolarlo, para disponer de una información y seguir dando un servicio a los ciudadanos. Es incomprensible que ni Hipócrates ni Pasteur hubieran reparado en que los pacientes requieren la visita de un concejal de su pueblo para curarse.

Se trata de un episodio más de político inversamente proporcional. Cuanto menos talento, menos ideas y menos conocimiento de los problemas reales, más iniciativas que se inmiscuyen en aquello para lo que nadie le ha llamado. Cuanto menos eficiencia, más populismo piadoso. Ese es el retrato de la derecha mallorquina, anclada en la formas aldeanas de los caciques, que cuando de UM se trata, recurre a la compra directa de los votos de los inmigrantes. Pero no son el único caso en los últimos días. Incapaces de afrontar una seria crisis económica, una descomunal deuda pública y un paro dramático, el Gobierno maniobra con los apellidos de los recién nacidos, mediante una ley que no cambia lo que ya se podía hacer desde el año 99, y que por cierto, casi nadie se ha molestado desde entonces en solicitar, o se lanzan histriónicas cortinas de humo por las declaraciones de un botarate sobre el físico de una ministra, cuando no politizan las experiencias sexuales de un escritor.

(*) Portavoz adjunto de UPyD