Cuando la razón de Estado ampara el terrorismo de estado, es infamante. Cuando la razón de Estado se utiliza para aplicar la tortura, es infamante. Cuando la razón de Estado se arguye para mantener la neutralidad frente al déspota que pisotea al débil, es infamante. Cuando la razón de Estado sirve para que los estados aparten la mirada de las imágenes de un campamento calcinado o unos cuerpos sin vida, torturados, es infamante. Cuando la razón de Estado permite que todo un pueblo viva bajo la ocupación durante más de treinta y cinco años, es infamante. Cuando la razón de Estado otorga mayor valor a los negocios que a los seres humanos, es infamante.

Cuando la infamia cubre a nuestro Estado Español, a nuestros estados europeos y a las Naciones Unidas, los ciudadanos de a pie, sin títulos ni cargos, sentimos una espantosa vergüenza.

Se hace difícil contener el llanto y la rabia en estos días en que nuestros hermanos saharauis, los que fueron ciudadanos españoles hasta 1975, los que conservan su viejo DNI reseco y arrugado y se agarran a él como a un último destello de esperanza, caen bajo la brutalidad bien orquestada de un gobierno déspota que invierte más dinero en regalos a líderes extranjeros y en asesores de imagen que en educación pública. Y nos preguntamos cuántos muertos hacen falta para remover las conciencias de los poderosos o qué razón de Estado es tan poderosa como para renunciar a la dignidad y arrodillarse ante las amenazas y bravuconadas del vecino.

Recuerdo a Aminettu Haidar, mujer de pacifista firmeza, cuando vino a Palma a recoger el "Premio Jovellanos". Me impresionó su clarividencia pidiendo ayuda para que se obligara al gobierno marroquí a respetar los Derechos Humanos. Su mayor temor era que los jóvenes saharauis, ante los continuos atropellos y vejaciones de que eran objeto, acabaran la paciencia y les fuese la vida en ello.

Pedir calma y entendimiento "a las partes" cuando hay una víctima manteniendo la calma durante largos años, y un verdugo violando, torturando y encarcelando suena más a sarcasmo que a ironía. Y no hay exageración en mis calificativos: abogados de estas islas que han asistido en calidad de observadores internacionales a juicios de saharauis en los territorios ocupados, pueden dar fe de ello.

Hoy por hoy son la ciudadanía y los medios de comunicación quienes están dando la talla. La infamia no nos alcanza a todos por igual.

(*) Presidenta de Escola en Pau.