Siempre atrapados. Este parece el sino irreversible de unas Balears condenadas a pagar un alto coste por una insularidad que, en cuanto a soporte y realidad cotidiana, no se comprende desde el exterior. O de la que se aprovechan unos y otros –especialmente empresarios amparados en la apatía de la Administración– porque saben que, a fin de cuentas, la geografía es inamovible y que, en cuanto a tarifas, su palabra acaba siendo medida y sentencia.

A los problemas derivados de los altos costes de la navegación aérea ventilados las últimas semanas, se añade ahora la comprobación, ya sospechada, de que en el transporte marítimo ocurre tres cuartos de lo mismo. Una comparativa realizada por el Govern y documentos internos de la Cámara de Comercio llegan a la conclusión, sin posibilidad de error, de que el precio del transporte marítimo en Balears duplica al de otras rutas similares europeas, incluidas las de unas islas griegas a las que se acostumbra a atribuir un nivel de servicios y abastecimientos inferiores a las españolas. Por lo menos en cuanto a coste, están en mejor posición y dejan mayor margen de movimiento económico a sus habitantes que tampoco tienen la impresión de que se les estruje tanto el bolsillo. En cambio, en Balears, las mercancías deben soportar un sobrecoste del 30% entre protestas formales de los empresarios y lamentos que la conselleria de Movilidad eleva al ministerio de Fomento.

Pero el problema no se limita al precio o a las costes. No es sólo que se hayan disparado las tarifas. El resultado final es que, el transporte marítimo, aparte de caro, es malo porque carece de competencia y está sujeto a demasiados condicionantes y factores externos. Tiene más amarres que un barco en días de temporal.

Al perro flaco de la falta de infraestructuras en los puertos de Balears se le aferran las pulgas de la carencia de medios en algunos lugares de partida, como el mismo puerto de Barcelona, al que los empresarios no dudan en atribuir una situación de overbooking. Por eso, entre otras cosas, como el incomprensible hecho de que en las islas no sobren grúas de descarga, las mercancías, incluías las de dotación energéticas, llegan muchas veces con un mes de retraso.

Se mire por donde se mire, el hecho es que la situación actual es muy difícil de explicar, por no decir imposible de justificar. Todo ha acabado en manos de dos únicas compañías, frente al amplio abanico de flotas que operaban con Balears en la década de los 80. Falta competencia. No es complicado aprovecharse de los precios en la situación actual. El Govern dice que tienen constancia de que existen navieras interesadas en trabajar con las islas, pero que renuncian a ello en la medida que van adquiriendo conciencia de la falta de infraestructuras mínimas para que sus buques puedan operar con solvencia. Evidentemente, es una situación a la que no se ha llegado en dos días y que habla a las claras de la falta de atención a una cuestión vital.