Si los planes que maneja Cort –con la necesaria complicidad del Consell y del Govern, dada la complejidad y el lugar en el que debe desplegarse la iniciativa– pueden llegar a materializarse, el umbral de la fachada marítima de Palma, o lo que es lo mismo, una de las postales de bandera de Mallorca, adquirirá en pocos años una dimensión y un significado de usos diferente y más diversificado. Se pretende, en buena lógica, dotar a un enclave privilegiado, de los recursos que requieren los moradores de la ciudad. También hacerla más atractiva para los visitantes.

La idea es transformar el tramo de la autopista del aeropuerto comprendido entre la confluencia con la vía de cintura y las Avenidas, en un paseo litoral que mantendría los seis carriles actuales de circulación rodada, a un ritmo más relajado y que posibilitaría la incorporación de espacios para transeúntes. De forma paralela, está previsto que todas las vías que dan a la fachada marítima de Llevant queden incorporadas a esta especie de boulevard –abiertas al mar, en definitiva– con semáforos y pasos peatonales. Todas las actuaciones programadas se concentran en el entorno del nuevo palacio de congresos que de esta forma también podrá adquirir mejores usos complementarios. En pocas palabras, se trata de buscar sentido práctico a una propuesta que ya realizó el urbanista Joan Busquets en el Plan General de 2003.

La iniciativa, en una zona de actuaciones muy condicionadas por múltiples factores y elementos, parece afortunada y consecuente con el objetivo y el deseo nunca alcanzado de humanizar y racionalizar los espacios urbanos. También los más emblemáticos y conocidos, como el del caso que nos ocupa. De todos modos, materializar el sentido práctico del proyecto se presenta como tarea de notable dificultad, no sólo por lo complejo de la cuestión, sino porque afecta a tres administraciones y supone trastocar los planes del futuro tranvía, al que Cort, por lo que respecta a este punto, ya ha dicho que presentará alegaciones.

El Ayuntamiento necesita también el asentimiento del Consell para desafectar el tramo de autopista que deberá ser modificado y nada podrá hacerse si el Govern no se responsabiliza de la parte sustancial de la financiación. Con todo, el mayor problema, que ya condiciona las cosas de forma irreversible, es que en la fachada marítima de Llevant –en la que desemboca una parte sustancial de la vida de Palma– se han ido concentrando demasiadas cosas. Por eso, y por su ubicación, es una de las niñas bonitas de urbanistas y ciudadanos que abogan por una humanización tan deseable como enrevesada. En cualquier supuesto, lo que no se antoja consecuente, es que toda fluya sin más, como ahora, en una autopista a velocidad de despegue aeroportuario. Es un planteamiento que se discute desde que el Parc de la Mar adquirió tal condición y que ahora puede comenzar a adquirir una nueva dimensión. Pero el equilibrio no será fácil.