Buena semana esta que ha pasado para dar titulares. Por ejemplo, que, como todos los años, ya hay calles que lucen el alumbrado navideño. Imagino que el asunto tendrá su lógica y su sentido; a mí me resulta casi tan demoledor como el cambio de horario. Seguro que para algunos ver a principios de noviembre las entrañables bombillas callejeras de colores supone una inyección de alegría, el aperitivo del festival que se inicia a principios de diciembre y dura dos meses. Llámenme descreída, pero qué quieren que les diga: me parecen una impropiedad, una forma de descentrar al personal, como si nos robaran el "hoy" y nos metieran en una centrifugadora de obligatorio consumo desaforado y alegría pegada en la cara con supergén. Claro que también lo mío podría ser una muestra de ese pernicioso fenómeno que el Papa denomina "laicismo agresivo" y que, por lo visto, corroe España. Curiosa forma de hacer amigos, por cierto, lo de encajarse en casa del vecino a meterle el dedo en el ojo. No recuerdo que haya hecho lo propio en sus visitas a otros países europeos, y eso que por aquí aún cuenta con recepciones multitudinarias.

Pero no nos metamos en dibujos y sigamos con los titulares. Otro podría referirse a la última iniciativa de la Real Academia Española para actualizar la ortografía del castellano. En la línea del "igualar por abajo" que tanto éxito cosecha en la enseñanza... entre otros campos, de un plumazo se carga definitivamente a las siamesas "ch" y "ll", representación de sendos fonemas, y las condena a estar separadas en dos letras dobles. Asimismo, la exótica y clásica "y griega" se viste con un nombre tan sofisticado como si se lo hubiese dado un crío de tres años: la "ye". La "k", que tan buenos ratos nos hizo pasar en los dictados de nuestra infancia con los emboscados "kiosco" y "kilo", pasa definitivamente al desván. ¿Y qué decir de las tildes que servían para distinguir el pronombre del adjetivo en el caso de los demostrativos? ¿O la que señalaba con índice acusador al adverbio "sólo"? ¿Qué decir de las palabras de estirpe latina que se mantenían con el grupo "qu"? Mandadas a la papelera. Sin duda, un gran avance para la escritura fonética y una pena para los amantes de la etimología. La pobre "v" está poniendo las barbas a remojar; otro tanto hace la "h". Y ya puestos, ¿por qué pararse aquí? Dentro de nada, en su gramática normativa la Academia que limpia, fija y da esplendor quizá bendiga la pérdida de dos pronombres en peligro inminente de extinción: "cuyo" y "les". Ánimo, señores académicos: asi se aze. ai que ebitarle disgustos a las nuebas jeneraziones.

También me agrada saber que dentro de nada contaremos con nuestro tranvía al fin. Si se parece al de mi ciudad natal, será un bálsamo para el espíritu: no sabe lo que es la prisa y lleva siempre puesta música clásica. Ya les digo: mejor que un "spa" y un "lifting" combinados.