En su discurso tras la derrota, Obama se lamenta de haber perdido la conexión con sus votantes. Mantener esa conexión nunca resulta fácil, como todo lo que es cosa de dos. Con el votante progresista la conexión es más difícil aún, pues a muchos no les mueven cosas concretas, sino sueños o encantamientos. Cuando el votante progresista sale del sueño o del encantamiento, tiene un mal despertar, y lo paga el que le ha sacado del trance. Se forma así una legión de desencantados, que claman a coro en el desierto su frustración, y luego se vengan no yendo a votar a la siguiente. Mantener toda la legislatura la conexión con los encantados para que no se desencanten requiere poderes paranormales. Al político de izquierda a veces le apetece mandar a freír puñetas a los desencantados, pero hay que arar con los bueyes que se tienen, aun sabiendo que le dejarán a uno tirado en el peor momento.