El pasado 25 de octubre, la Academia de Jurisprudencia y Legislación de Baleares, celebró, en el Salón de Actos del Ilustre Colegio de Abogados de Baleares, una cesión Académica en recuerdo de D. Félix Pons Irazazábal, académico de número de dicha institución. En el citado acto intervinieron, con gran brillantez y emotividad, ilustres Juristas tales como D. Tomas Mir, D. José Zaforteza, D. Antonio Coll, y D. Fernando Ledesma, los cuales glosaron la figura de Félix Pons desde las facetas de hombre, jurista, abogado, y político.

Cabe decir, de inmediato, que el homenaje fue un éxito tanto desde el punto de vista de su contenido formal, como del fondo de cada una de las intervenciones, documentadas, todas ellas, por la experiencia personal y directa que sobre la personalidad homenajeada tenían cada uno de los intervinientes.

Sin embargo, el objeto del presente escrito no pretende comentar lo expresado en la sesión de referencia por los intervinientes, puesto que ello sería redundar en algo que es manifiestamente obvio: Félix Pons fue un hombre honrado y cabal, un profundo jurista, un abogado ilustre y riguroso, y un político integral dicho esto último como síntesis de las virtudes que debe tener toda persona que dedica una parte importante de su vida al servicio de la causa pública.

Dicho lo anterior, creo absolutamente necesario remarcar que el ejemplo dado por Félix no puede quedar reducido a una mera conmemoración o recuerdo de lo que fue, sino que debe proyectarse en presente y futuro, es decir de forma perenne, en la medida que personas como él son un referente ineludible para todos aquellos que deseamos una sociedad en la que, responsabilidad, conocimiento, solvencia, honradez y preparación, se predican como requisitos indispensables para el ejercicio, sobre todo de la actividad pública, y los cuales, cada vez más desgraciadamente, son ignorados, cuando no pisoteados de forma deliberada. Hoy, se otorga carta de naturaleza y patente de corso a la indecencia, el arribismo y el oportunismo, ayunos, todos ellos, de cualquier componente ético que sustente la conducta de los ciudadanos bajo pautas de dignidad, brillando esta último por su ausencia, y como contradicción el que la ignorancia o la inexistencia de valores, son "méritos", para el inmediato ascenso y reconocimiento social.

Así, en los comienzos del siglo XXI cuando creíamos haber alcanzado cotas de progreso y de prosperidad económica irreversible, nos encontramos ante una crisis sin precedentes que conmociona y destruye la errónea idea de que lo material, el éxito sin obstáculo ni referencia ética alguna son el punto definitivo y final de la felicidad humana. De ahí la confusión y desorientación actual, siendo imprescindible una catarsis que nos lleve a recuperar una conducta cívica absolutamente necesaria si queremos que nuestro inmediato futuro y el de nuestros descendientes, se apoyen en un crecimiento o desarrollo sostenible e integral del ser humano y el entorno que nos rodea.

Félix Pons vivió como un hombre integral, y su intensa pero serena y austera vida, nos dio un extraordinario ejemplo que demuestra lo factible de obtener un merecido reconocimiento por parte de la inmensa mayoría de los ciudadanos, no sólo por sus excepcionales cualidades, sino por que estas últimas tienen que ser asumidas, o en su caso recuperadas, por todos aquellos que aspiramos a una sociedad en la que transparencia, solidaridad, sentido de la responsabilidad, capacidad y cooperación, sean los parámetros que definan el contenido y consecuente comportamiento de cada uno de nosotros. Una vez más, gracias y hasta siempre amigo Félix.

(*) Abogado y exdiputado socialista en el Parlament de las Illes Balears.