Si hoy se hiciera una encuesta sobre si conoce los Premios Príncipe de Asturias, probablemente el número de respuestas positivas sería mucho más elevado que las negativas. El motivo no es otro que la selección española de fútbol, campeona del mundo, ha obtenido el Premio Príncipe de Asturias 2010 de Deportes. Sin duda tal concesión ha popularizado tales premios, incluido los desajustes iniciales sobre la negativa de Guardiola y Mou de que asistieran sus jugadores a la entrega del Premio, la corrección posterior con posible intervención telefónica del Rey y algún que otro comentario descerebrado como aquel que afirmaba que Xavi del Barça no asistiría porque al fin y a la postre no era español (sic). Pero, ¿por qué siempre habrá un "pero"?, tal concesión a la Roja, con su repercusión mediática, ha dejado tapados a otros premiados relevantes que, al menos según mi particular percepción, aportan con su personas y con sus obras mucho más que la selección de futbol en mejorar nuestra jodida humanidad, que se supone es uno de los objetivos de tales premios.

Uno de tales casos es el correspondiente al Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades concedido al alimón a dos sociólogos: el polaco Zygmunt Bauman y el francés Alain Touraine. Prácticamente ningún medio ha hecho referencia a tales premiados. Pero, si se hubieran publicado sus nombres en lugares destacados, se corría el riesgo de que pensáramos que se trataba de dos promesas relevantes del futbol a punto de ser fichado por algún club español en competencia con el Inter y el Manchester.

En unos momentos en que estamos sumisos en una profunda crisis económica, social y de valores, es básico tener referentes que cuanto menos nos posibiliten tener un diagnóstico certero para, en su caso, aplicarnos las cataplasmas adecuadas para ir saliendo del pozo con el mínimo grado posible de efectos secundarios. Desde tal perspectiva, Bauman y Touraine, sus personas y sus obras, nos pueden posibilitar la tarea de comprender y comprendernos mejor, sin recetas mágicas ni remedios de autoayuda.

Ambos, desde perspectivas distintas, insisten en que la precariedad y la incertidumbre (¡no solo laboral!) lo invaden todo, y que tal crisis social y de valores es anterior a la crisis financiera que estalló hace tres años. La situación crítica que vivimos (en personas y familias) nos sorprendió mientras vivíamos alegres y contentos en una burbuja de felicidad percibida como imparable e infinita. Al reventar la burbuja, sin saber exactamente por qué, nos hemos sumido en el desconcierto, en los miedos y en la falta de perspectivas de presente (¡y de futuro!). El problema es que no hay soluciones individuales y, para más inri, lo público, que garantizaba los pilares básicos de nuestro bienestar y que se supone administran y gestionan los distintos poderes políticos elegidos democráticos, pierde su relevancia. Esa cosa llamada mercado, que no tiene cara visible pero sí poder real, domina absolutamente al poder democrático y a nuestras vidas cotidianas. Los miedos y las incertidumbres nos pueden conducir fácilmente, previa manipulación, a rechazar todo lo que huele a política, percibida como simple choriceo ajeno a los intereses ciudadanos.

La lectura de Bauman y/o Touraine no nos solucionará ningún problema pero pueden situarnos en una perspectiva más lógica para intuir cuando menos unas lucecillas al final del túnel, considerando que la actual crisis socioeconómica y de valores puede también ser una oportunidad. No les voy a aconsejar ningún título concreto. Todas sus obras son totalmente comprensivas, aunque quizás la de Touraine nos resulten más cercanas.