Pasado mañana se decidirá en California, mediante referéndum, la eventual legalización de los derivados del cannabis: hachís y marihuana. Una medida, de concretarse, con poderosos argumentos en su favor.

Despenalizar el consumo, junto a la información objetiva y después que cada adulto, por respetar el libre albedrío, obre según crea conveniente, parece mejor estrategia que una prohibición que se ha revelado inútil para disminuir el uso de estas substancias, que sólo beneficia a los traficantes y cuesta al erario público lo que no está escrito, amén de promover coyunturales corrupciones y complicidades entre mafiosos y garantes de la ley, como siempre ocurre cuando hay dinero de por medio. En Mallorca sabemos mucho de esto y, si apetecieran de un ejemplo novelado, acudan a Tabucchi en "La cabeza perdida de Damasceno Monteiro". Cabeza decapitada por un sargento de la Guardia Nacional tras descubrir el muerto, cuando aún vivo, lo bien que les iba con el tráfico de drogas a algunos uniformados.

Por lo demás, la experiencia holandesa, con legalización limitada desde 1976 (se permite el uso privado y en coffee shops donde también se vende; es lícita la tenencia de 30 gramos y el cultivo de 5 plantas) demuestra que no hay, respecto a la frecuencia de consumo, diferencias sustanciales con el resto de Europa y se sitúa muy por debajo de EEUU que, con todo y sus tajantes prohibiciones, ocupa el primer lugar mundial en cuando a adicción. Parece evidente que la ilegalización no resuelve el problema (80% de la marihuana holandesa se exporta a países en donde está vetada) sino que, amén de la hipocresía que revela, dado que otras substancias tanto o más perniciosas y adictivas están autorizadas, no consigue su fin y genera problemas colaterales que podrían evitarse con una apertura regulada. No olvidemos que las medidas coercitivas pueden, paradójicamente, estimular el consumo y así se demostró en USA durante la llamada Ley Seca, que sólo benefició a quienes comerciaban al margen de la ley.

Otra razón esgrimida para mantener la proscripción, es la creencia de que el consumo de drogas llamadas "blandas" es el primer paso hacia la dependencia de las "duras": cocaína o heroína. Frente a ello, convendrá precisar que, según informes, España triplica el número de heroinómanos respecto a Holanda, y excluir del mercado negro las primeras, seguramente resta hábito y experiencia para el acceso al mundo del hampa que, a día de hoy, vive y crece a expensas de unas prohibiciones que el Estado tutela a costa de una inversión millonaria (recursos policiales), al tiempo que ve mermados sus ingresos (dinero negro, carencia de impuestos que en cambio se perciben por el consumo de tabaco o alcohol…). Es aleccionador conocer que en Méjico, algunos de cuyos Estados se han hecho tristemente famosos por la violencia de sus cárteles, el 50% de los mismos se hallan implicados en el tráfico de marihuana, y si apetecen conocer de los problemas en Colombia, les recomiendo leer a Fernando Vallejo.

La "legalización restringida" supondría asumir el control público de su consumo, disminuir el gasto en políticas manifiestamente inoperantes y emplear los recursos hacia objetivos más claros: campañas educativas y tratamiento, si procede, con mayor y mejor infraestructura. Por supuesto, los derivados de cannabis habrían de adquirirse en establecimientos autorizados, bajo supervisión y adecuados a una normativa (mayoría de edad, tal vez carné de consumidor, regulación sobre frecuencias máximas de compra y cantidad…) que también garantizaría la pureza del producto, evitando la morbilidad por adulteración. Y sería deseable una legislación Comunitaria respecto al tema, para evitar un posible "narcoturismo" que sin embargo, y en cuanto a Holanda se refiere, no parece relevante.

Bélgica permite el cultivo para uso personal, Uruguay se planteará la cuestión a corto plazo y California podría ser, a partir del martes, el primer Estado en USA que autorizase tenencia y consumo. El tema está sobre el tapete y habrá sin duda opiniones encontradas en asunto tan poliédrico. Por eso, he tenido curiosidad por conocer la postura de la Iglesia Católica al respecto y aquí tienen los pronunciamientos de algunos monseñores. Para el de Méjico, "Una acción inoportuna e insensata, carente de valores morales y éticos"; "Una locura y una perfecta tontería" para el de Perú y, en palabras del chileno, "El uso es incompatible con la moral cristiana". Desconozco la posición acá con relación al debate aunque, a tenor de las previas con respecto a otros dilemas (aborto, homosexualidad, píldora del día después, preservativos…), puedo suponerla caso de plantearse en este país una posible despenalización. Si vacilase, y con tales antecedentes, me bastaría conocer su posición para tomar partido justamente a la contra, en la seguridad de acertar el camino hacia un mejor futuro para todos. ¡Y es que, con sus radicales anatemas, lo suelen poner tan fácil!

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