La preocupación no ha saltado a los medios pero los estrategas de los dos principales partidos empiezan a manifestarla en privado: en las próximas elecciones autonómicas y municipales, en la primavera de 2011, la formación de Rosa Díez podría haber alcanzado una masa crítica que resulte decisiva en la inclinación de la balanza a derechas o a izquierdas en muchas instituciones regionales y locales.

Es evidente que, si se confirma, este ascenso se deberá tanto a méritos propios como a deméritos ajenos: los dos grandes partidos, enzarzados en grandes querellas absurdas, están generando comprensible y creciente desafección. Pero los ciudadanos tenemos también la obligación de meditar el alcance de nuestras decisiones electorales: deberemos considerar si tiene sentido permitir que una fuerza minoritaria, sin un ideario claro, se convierta en árbitro de la vida pública.

Por decirlo más claro, los electores estamos obligados a ponderar exquisitamente el fundamento de nuestro voto, de forma que la irritación, tan comprensible, no provoque efectos indeseados.