Las sugerencias bastante explícitas de diversos líderes europeos, Zapatero entre ellos, en el sentido de que el perfil del candidato Tony Blair no es el adecuado para la presidencia del Consejo de la UE, no han impresionado de momento al primer ministro británico, Gordon Brown, quien ha desmentido que su ministro de Exteriores, Miliband, sea candidato a suceder a Javier Solana para reafirmar que Londres sigue impulsando la opción Blair. Tony Blair tiene biografía, y por ella, y no sólo por su programa, debe ser juzgado. Y conviene recordar que ha mantenido las reservas con relación a la integración europea que lució su predecesora, Margaret Thatcher; que no hizo nada por incluir al Reino Unido en la Eurozona; y que cuando Bush se lanzó a la alocada aventura de Irak, dio la espalda a franceses y alemanes al secundar incondicionalmente a Washington, lo que generó una fractura en el corazón de Europa. La presidencia del Consejo que se estrena con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa requiere a un europeísta convencido. Y no a un personaje deslizante que por añadidura, y según fuentes bien informadas, tras dejar el poder no siempre ha deslindado con transparencia su representación institucional de sus intereses particulares.