El Real Mallorca se ve obligado ahora mismo a afrontar dos competiciones muy diferentes. La natural, la primera división de la Liga Profesional de Fútbol, le resulta holgada y satisfactoria porque la profesionalidad de entrenador y jugadores les permite, a la hora de saltar al campo, aislarse de los males que conviven en la casa y mantener una solvente situación deportiva. Otra cosa muy diferente es la economía y la identidad misma del club decano. Esta es su competición más adversa y más inexplicable que deja en entredicho la venta del Mallorca a los Martí Mingarro y mantiene al club a dos velas, en un callejón sin salida, pero en que resulta obligado hallar vías de evasión, porque ni la entidad misma, ni la tierra que representa, ni la competición deportiva o el mundo del fútbol en general pueden mantener esta imagen de insolvencia y falta de seriedad.

Ni Javier Martí Mingarro ni su hijo acudieron ayer al encuentro previsto con el anterior propietario Mateu Alemany para responder del impago de 500.000 euros correspondientes al segundo pagaré que adeudaban, en nombre del Grupo Safín, por la compra del club. Mal, pésimo presagio, cuando uno no tiene la dignidad ni la cortesía suficiente para dar la cara, por mucho aplazamiento que se pida. Los Martí Mingarro llevan camino de acabar en el Mallorca igual que hicieron en el Lorca, obligados a marcharse por insolvencia económica y credibilidad o confianza agotada. Y eso que son los propietarios de un grupo de asesoramiento financiero pero, en cuestiones deportivas, actualizan el refrán que pone cuchillo de palo en casa del herrero. La voz más sensata que se ha oído en las últimas horas ha sido la de un entrenador que, al llegar los nuevos propietarios, ahora evasivos, ya no se mordió la lengua y presumió algunos de los problemas con los que ahora se ha tropezado. El consejero delegado, Javier Martí Asensio es quien más se atrinchera, pero con menos argumentos, en el mantenimiento de la propiedad.

Mientras, Gregorio Manzano ha vuelto a hablar claro y ha pedido responsabilidad hasta el punto de recordar que el Mallorca no es un juguete, en una alusión directa a los propietarios noveles a los que ha reclamado, sin demora, o dinero o abandono. Entre otras casas porque, aparte de los jugadores de primera línea, hay empleados, es decir, familias, que no pueden cobrar su sueldo.

¿Volverá Mateu Alemany a la presidencia del Mallorca? Esta es pregunta que se hacen muchos aficionados al tiempo que el aludido deshoja la margarita y asume, por imperativo de los hechos, que erró en la venta del club a los Martí Mingarro. La situación se ha vuelto rápidamente insostenible, por eso, como manifiesta el entorno del propio Alemany, resultan ya inadmisibles más treguas o demoras. Urge la solución, bien sea con un golpe de efecto, que debe ser económico, de la débil propiedad actual, la reconducción de la mano de Alemany o el hallazgo de una nueva titularidad estable. De lo contrario, más pronto que tarde, se erosionará la situación deportiva y la simpatía por el club se volverá borrosa dentro del conjunto de la sociedad mallorquina.