Hace poco tiempo todos creíamos conocer a alguien que lo tenía todo. Los envidiosos lo notaban antes y los desinteresados se topaban con esa realidad cuando se veían en la necesidad de hacerle un regalo: ¿qué se le regala a una persona que lo tiene todo? Veías soluciones en el arte de la factoría Warhol que proponía objetos de lujo como un cepillo de pelo de visón para sacar la pelusilla del ombligo. En el embrollo de dar con un obsequio se llegaba a una cuestión de entidad ¿Por qué hay que regalarle algo a quien tiene de todo? Los rebeldes eran partidarios de que quien de todo poseía fuera quien regalara a los demás. Los pragmáticos concluían que sólo se puede llegar a tenerlo todo porque se te regala. Al final, siempre aparecía algo que regalar a quien tenía todo.

Entre lo mucho que enseña el caso Gürtel destaca que una máquina de contar dinero vale 540 euros. Sale en una factura. Puede parecer una máquina pensada para gente que mueva mucho dinero pero no hace falta. Su gancho está en que es una máquina. El ordenador con el que escribí esto tiene miles de prestaciones que ni uso ni sé usar, pero lo venden así, conjunta e inseparablemente con programas que no me sirven para nada. Nuestros teléfonos móviles llevan de todo aunque muchas personas sólo sepan colgar y descolgar y sólo los usen para hablar. Las empresas de productos de consumo tienden a que tengamos de todo aunque no lo necesitemos ni lo queramos. Las máquinas son un reflejo de cómo son los humanos.

En el caso Gürtel se ve que personas que parecen tener de todo no encuentran más que cosas para que les obsequien. En los nuevos casos de corrupción en Cataluña, en Balears, en el PSC, en el PP, en la vieja CiU se ve que nunca nadie tiene de todo y que algunos, si no se lo regalan, lo pillan.