A lo largo de los años, he coincidido con Jesús Murgui en numerosos actos públicos, de diverso signo, en los que he podido constatar el afecto y el respeto con que todos le tratan y, a la vez, la afabilidad y el "savoir faire" con el que él se desenvuelve. He comprobado también, a nivel de cristiano de base, la dedicación constante y la entrega sin regateos con las que lleva a cabo su misión de pastor de los católicos de Mallorca. Por otra parte, pienso que nadie puede poner en duda, si procede de buena fe, la alta densidad de las directrices y criterios evangélicos que, día a día, prodiga e imparte en cuantas circunstancias y ocasiones tiene a mano

¿No es aficionado a "salir" en los medios de comunicación? ¿Tiene un "estilo" distinto del de su predecesor Teodoro Ubeda? ¿Es menos popular que don Teodoro?

Posiblemente, estas tres preguntas merezcan contestaciones afirmativas. Si bien, a renglón seguido, es obligado hacer varias precisiones importantes:

- La prudencia -así la califico- con que el obispo Murgui se desenvuelve en relación con los medios de comunicación hay que relacionarla con el hecho constatable de la predisposición de éstos -salvo honrosas excepciones- a malinterpretar o desviar las posturas y manifestaciones de los obispos y prelados de la iglesia católica en general. Ello como consecuencia de una subyacente actitud hostil o hipercrítica hacia la Iglesia, a la que se considera frecuentemente como un instrumento de poder, y no, como lo que es, una "empresa" cuyo reino no es de este mundo. Y, así, vemos con frecuencia que basta que un obispo opine o intervenga en prensa o en televisión, para que, al día siguiente, sus posturas sean cuestionadas acremente o sean hasta ridiculizadas, muchas veces sacándolas de contexto o tachándolas de desfasadas o de ingerencia en temas ajenos a la misión de la Iglesia. Ello sin contar con la constante enfatización de los errores o fallos de algunos de los miembros de tal Iglesia y el correlativo silenciamiento de la ingente labor realizada por la misma, en muchos órdenes, en beneficio de la humanidad. Con lo que, así las cosas, yo entiendo que Jesús Murgui actúa prudentemente al no prodigarse excesivamente en estos medios y reservarse para otros foros, que los tiene, y muy importantes.

Nadie, por otro lado, puede discutir el derecho de quien gobierna a hacerlo con su propio estilo y a rodearse de los colaboradores que estime más eficaces para su trabajo. Sobre todo cuando ese "estilo" se ha adoptado tras haber escuchado a todos los interesados y cuando, además, se tienen las puertas abiertas (como es el caso de Jesús Murgui) para recibir toda suerte de sugerencias y de críticas constructivas.

Por lo demás, es patente que la comparación de popularidades no conduce a nada positivo. Sobre todo si se pretende homologar la de un obispo, como don Teodoro, con arraigo de más de 30 años en Mallorca, con la de quien lleva sólo un periodo de 5 años, como Jesús Murgui.

Lo verdaderamente importante -y es lo que los católicos adictos a la Iglesia valoramos- es que Jesús Murgui tiene un plan de acción evangelizadora, perfectamente diseñado, que está llevando a cabo, con tesón, -en estos tiempos difíciles de ateísmo-, encauzando el esfuerzo de un conjunto de curas que, a lo largo y a lo ancho de la geografía de Mallorca, están quemando sus vidas, con pocos medios, para transmitir o reforzar en los mallorquines los valores trascendentes del cristianismo. Botón de muestra de ese trabajo y de esa dedicación del obispo Jesús son las "visitas pastorales" que estos mismos días está llevando a cabo a todas y cada una de las parroquias de Mallorca, tarea que le ocupará muchos meses. En tales ocasiones, Murgui conecta directamente con la gente, se acerca personalmente a los problemas de los ciudadanos y aporta valiosas enseñanzas siempre extraídas del Evangelio.

Por todo lo expuesto, es claro que no puedo estar de acuerdo -y lo digo con el máximo respeto- con el contenido de un reciente artículo de mi amigo el periodista José Jaume, en el que califica a Jesús Murgui como "obispo inexistente", "invisible", "desconocido", "despreocupado", etc.

(*) Abogado.