n Alguien tiene que parar esta sangría de muertes en el mar de Alborán, o en el Estrecho, o en las costas de Almería, o en las de Granada. Porque una sociedad democrática no puede seguir contemplando, sin hacer nada, cómo se arrojan cadáveres por la borda de las pateras, incluidos los de muchos niños, y seguir desayunando frente al periódico como si la noticia no le concerniera.

Es evidente que la directiva europea que permite la retención por un plazo no superior a dieciocho meses no va a solucionar esta situación catastrófica; tampoco lo hará la norma que permite la devolución de los menores, incluso a un país que no es el suyo siempre que los admita, porque a los niños se los habrá tragado el mar.

La pregunta sigue siendo qué hacer ante tanta desgracia. Ahora que Marruecos, en otra de sus jugadas geoestratégicas, mientras plantea sobre el tablero la necesidad de volver a hablar de Ceuta y Melilla, hace la vista gorda en Alhucemas y deja que varias decenas de subsaharianos sean víctimas de las mafias, paguen más de mil euros por embarcar en una Zodiac con un motor medio averiado e intenten cruzar hasta Almería.

La distancia es tan larga, la barca tan pequeña, los víveres tan escasos, y lleva tanto sobrepeso, que están condenados a una muerte segura que ellos, pobres infelices, no saben. Así, Marruecos advierte al Gobierno de Madrid con lo que sucedería si de verdad abriera la mano y dejara cruzar el Estrecho a todos los que deambulan por su territorio buscando dar el salto a la prosperidad.

El chantaje de Rabat está muy claro: si quieren que sigamos guardando sus fronteras el precio es Ceuta y Melilla. Si no ya veremos cómo paran ustedes la avalancha que se les viene encima, sin ayuda europea y en plena crisis económica.

Zapatero ha dicho esta semana que la única solución sigue siendo la ayuda al desarrollo a los países de origen de la inmigración. Pero que no nos engañen, con una economía al borde de la recesión en el mundo rico ¿quién se va a acordar de los subdesarrollados? Nadie. De hecho, todos los proyectos de la cesión del 0,7% del PIB, han quedado congelados y en la última cumbre del G-8 se ha corrido un vergonzante velo de silencio sobre el tema de la cooperación al Tercer Mundo.

Van a seguir viniendo, así es que hay que hacer algo, y cuanto antes mejor.