En la vida de un partido político, un congreso es un proceso de actualización en ideas y personas. Si manejamos esa plantilla de análisis, una primera conclusión genérica es que el 37 congreso federal del PSOE ha sido de trámite, aunque sus dirigentes han tratado de aparentar mayor recorrido en ambos terrenos. En todo caso, en ideas, hay años luz entre este congreso y los dos de 1979 en los que se ventiló el no al marxismo, en favor del socialismo democrático. Y en cuestión de personas, nada que ver con el de julio de 2000, que supuso la irrupción de Rodríguez Zapatero, José Blanco, Caldera, Leire Pajin y cía.

En el conclave del pasado fin de semana, las ideas se posaron en las propuestas que han reabierto viejos debates como el aborto, el derecho a una muerte digna, el laicismo del Estado o el voto de los inmigrantes. Y en cuanto a personas, continuidad por arriba, donde está el verdadero poder, y muchas caras nuevas -y jóvenes-, en puestos de escasa relevancia en un partido que está en el Gobierno de la Nación. O sea, que Chaves, Zapatero y Blanco seguirán mandando con la incorporación de Leire Pajín al frente de los ficheros de la militancia.

Pocas novedades más. Lógico. Con el partido en el poder no conviene hacer olas. Lo ocurrido en el congreso socialista, a la mayor gloria de Rodríguez Zapatero, no dio para colapsar el tráfico del fin de semana. A pesar de las reticencias expresadas a la derecha del PSOE, donde habita su principal adversario, en relación con la eutanasia y Iglesia Católica. De momento, nada realmente novedoso o capaz de alterar la legislación en esas cuestiones. Pierden el tiempo quienes juegan a agitar el fantasma de una inmediata legalización de la eutanasia o la ruptura de relaciones del Gobierno con el Vaticano.

En resumen, que Rodríguez Zapatero salió a hombros de este XXXVII congreso federal después de proclamarse laico y de izquierdas en el discurso de clausura del domingo. Pero en dicho discurso básicamente trató de persuadir a los mil delegados, y de paso a toda la ciudadanía, de que en el manejo de la crisis económica no hay piloto borracho. En ese momento, a mediodía del domingo, ya había sido reelegido con casi el 99 % de los votos.

Llegados a este punto, procede recordar la tendencia de los triunfadores a despegarse del suelo. Una fuente de desgracias no previstas en la hoja de ruta. Véase lo ocurrido con Aznar, que en enero de 2002 (XIV congreso nacional del PP) se sentía "rozando el cielo" y luego se precipitó en caída libre: la boda, el Prestige, el decretazo, la foto de las Azores y la bancarrota del 14-M. A día de hoy, sale en los cubos de basura de Peridis.