El Congreso del PSOE pudo haber sido el del cambio, como su eslogan, pero se ha limitado a una operación cosmética. El nombramiento de Leire Pajín responde sin más a los recientes de Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal en el PP. Las propuestas sobre el aborto, la eutanasia, el voto de los emigrantes o la retirada de los símbolos religiosos en los actos públicos sólo son una mano de maquillaje para tapar lo que de verdad hay debajo: problemas económicos y sociales, una economía en caída. En suma, una oportunidad perdida y una demostración de fuerza por parte de Zapatero: el partido es él. Hace y deshace a su antojo, los viejos barones apenas de floreros y la nueva clase emergente se lo debe todo al presidente-secretario general y son fieles y acríticos, haga lo que haga. Por más que algunos medios traten de decir que "las bases piden...", las bases no pintan nada. Zapatero nombra, quita, pone, decide todo. Sigue faltando democracia interna y autocrítica en los partidos. En todos. "El aparato", es decir Zapatero, Pepiño Blanco (y ahora, ya veremos cuánto, Leire Pajín) son el poder. Fuera del aparato, la intemperie.

Siendo, como creo, un congreso perdido, de disimulo, de toreo de salón, se han tomado decisiones de enorme gravedad. En los últimos meses, el PSOE ha cambiado su política antiterrorista, ha apoyado la directiva de retorno, -"de la vergüenza" como la han definido muchos- y ha enfrentado la crisis económica sin aceptar su existencia y contra todos los grupos políticos. Las dificultades que atraviesan numerosos sectores básicos para la economía, la inflación desatada, como el euribor, un desempleo que puede llegar en 2008 a lo que el Gobierno estima que podría pasar al final del 2009, una rectificación permanente de todas las previsiones... han sido eludidos en el triunfalista Congreso del PSOE de Zapatero sin que ninguno de los congresistas haya dicho nada. No pasa nada.

O lo que es peor, Zapatero ha tratado de eludir la crisis con unas propuestas falsamente progresistas. Hace unos meses, la vicepresidenta del Gobierno declaraba que no había "ninguna demanda social" para cambiar la legislación sobre el aborto o la eutanasia. Ahora, sin consenso social y contra, por lo menos, la mitad de los españoles, la misma Fernández de la Vega promete orgullosa una "reforma vanguardista" de esa ley. Vanguardista, o progresista, en el lenguaje del PSOE, significa menos control, más facilidades para abortar y menos derecho, ninguno, para el no nacido. La defensa de la vida o de la familia es lo verdaderamente progresista. El aborto o la eutanasia -que no tiene nada que ver con el derecho a una muerte digna o al testamento vital- son, además de un grave error, un terrible fracaso social. Pero tienen razón Zapatero y sus acólitos: ampliar las facilidades para abortar, regular la eutanasia y promover una sociedad laicista va a resolver de un plumazo los grandes problemas de los ciudadanos y los grandes temas de Estado que están sobre la mesa. Faltaría más.