La costumbre tan española de cambiarle el título a las películas extranjeras ha provocado históricamente situaciones de lo más curioso. En las décadas del franquismo, esos cambios se solían deber a la censura que modificaba títulos que pudiesen sugerir atmósferas sensuales o insinuaciones políticas, incluso en películas de lo más inocente. A veces era por motivos comerciales: adaptar un título al supuesto gusto del público español. Lo cierto es que la llegada de la democracia no acabó con esa costumbre que se mantuvo, al menos durante dos décadas, ya no por razones de censura, sino por motivos comerciales y por una cierta inercia de seguirnos considerando un poco diferentes al resto del mundo. En los últimos 10 o 12 años, los títulos del cine se han normalizado, manteniendo o bien el título en el idioma original o bien traduciéndolo de una manera más fiel.

Una buena parte de los grandes clásicos del cine han sido rebautizados en castellano con un título distinto al usado en el resto del mundo. Así, Avanti, Some like in hot o Sunset boulevard de Billy Wilder, -uno de los directores que más ha padecido esta titulitis castellano-castiza-, ya se titularán para siempre en castellano, respectivamente, ¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre?, Con faldas y a lo loco o El crepúsculo de los dioses; Dial M for murder o North by northwest de Hitchcock, se llamarán Crimen perfecto o Con la muerte en los talones; y My darling Clementine o The searchers de John Ford serán ya para siempre Pasión de los fuertes o Centauros del desierto. No se trata de que el título castellano mejore o empeore el original; lo que ocurre es que lo cambia y, por tanto, no lo traduce sino que lo traiciona, parafraseando el antiguo dicho italiano.

Un caso bien peculiar fue en 1958 o 59 el estreno de la película I soliti ignoti de Mario Monicelli, titulada en España Rufufú. El título español era un juego que pretendía ironizar sobre una película policíaca francesa, de Jules Dassin, estrenada en 1955 con bastante éxito y titulada Rififí -el original francés era Rififí chez les hommes, si no recuerdo mal. Frente a la seriedad del robo científico de la película francesa, los distribuidores españoles eligieron un "rufufú" que sugiriese el desastre de robo perpetrado por las pobres almas protagonistas de la comedia italiana. Pero, claro, cambiando el título cambiaban el sentido del film. I soliti ignoti original -que se podría traducir como "los ignorados habituales" en oposición a la expresión policial "sospechosos habituales"- remitía al sentido crítico de la película de Monicelli, un drama mal disfrazado de comedia: el drama de unos raterillos de poca monta, unos seres marginales que ni siquiera sirven para delinquir, que aspiran a dar un buen golpe una vez en su vida y fracasan. El título español era engañoso: predisponía al público a la risa y a la burla. De hecho era una película que tenía, sí, situaciones hilarantes, pero que acababa dejando un sabor amargo en la boca. Yo la ví muchos años más tarde de su estreno en la tele. Era un niño de 10 años y me reí mucho. La he vuelto a ver varias veces y ya no me parece tan divertida la suerte de esos pobres desgraciados, en el fondo tan fracasados en su forma de vida como la mayoría del público en la suya propia.