El centrado del PP, percibido vorazmente por los partidos nacionalistas, ya les permite optar de nuevo en la vieja disyuntiva: para presionar sobre el mayoritario PSOE, se amaga con la posibilidad de pactar con el minoritario PP. La nueva estrategia ya se percibió en la pasada Junta de Portavoces del Congreso, en la que toda la oposición unida forzó la comparecencia de Zapatero de mañana.

Bien está que se normalice la vida parlamentaria, que PP y PSOE recuperen su posición simétrica, pero ello no debería servir para que el nacionalismo periférico recuperara su actitud "comercial": la venta de favores a cambio de contrapartidas. De hecho, CiU y PNV ya han amenazado explícitamente, sin el menor rubor, con votar negativamente a los Presupuestos Generales del Estado si no se atiende cumplidamente a sus demandas.

Hacer de la política una transacción comercial es degradarla. Por lo que sería escandaloso que éste fuese el aire de la actual legislatura. Pujol sabía hasta dónde podía llegar en el desarrollo de esta estrategia, pero sus epígonos parecen mucho más descarados. Alguien debería llamarlos al orden.