Pasado el trámite de las generales en España, el año 2008 vendrá definido por la elección del nuevo inquilino de la Casa Blanca. Hasta la fecha, Neocons ha sido el apelativo dominante para bautizar a la corriente dominante entre los Republicanos, frente a la desorientación Demócrata. Sin embargo, el economista Paul Krugman -ganador del premio Príncipe de Asturias, otro indicio de que Felipe de Borbón efectúa los deberes que le marca Letizia- incorpora un novedoso hallazgo, al definir a la derecha americana de Conservadores del Movimiento. Sí, como en el Movimiento franquista, de donde ha extraído ese chocante apelativo el profesor en Harvard y Princeton. Lo ha plasmado en un libro tan fascinante y partidista como todos los suyos. The conscience of a liberal debería traducirse por La conciencia de un progresista. Sin embargo, su autor alienta la paradoja según la cual "quienes nos llamamos liberales somos en buena parte conservadores, mientras que quienes se llaman conservadores son en su mayoría profundamente radicales".

Desde sus polémicas columnas en el New York Times, Krugman ya ha advertido sobre el ahondamiento de las diferencias entre ricos y pobres en Estados Unidos. El bienestar no ha goteado -el trickling- desde los opulentos hacia las clases menos favorecidas, sino que ha consolidado una oligarquía. La desigualdad sería uno de los rasgos del Movimiento estadounidense. La guerra a un enemigo indefinido es otro factor compartido por ambas variantes. Si el franquismo combatió con denuedo la espectral conspiración judeomasónica, Bush libra una batalla contra el ambiguo "terror". El profesor universitario, descendido desde la torre de marfil al ágora, no ha olvidado el lema fundacional de su profesión -encontrar un problema para cada solución, o viceversa-. En La conciencia de un progresista considera ineludible el planteamiento de un New Deal a cargo de los Demócratas, que ha de orbitar alrededor de la atención sanitaria universal. Con la polarización que plantea el portaestandarte del progresismo intelectual norteamericano, el fenómeno más apasionante del año inminente será el enfrentamiento entre Franco y Roosevelt. Este anacronismo paralizará en noviembre al planeta desde Norteamérica.

Resulta novedoso que el libro de un autor estadounidense, centrado en el recambio inminente en la Casa Blanca, mencione a Franco en una veintena de ocasiones. Supera el número de citas al dictador que reuniría un ensayo similar, centrado en la política española. Según Krugman, los inspiradores de Conservadores del Movimiento defendían simultáneamente el derecho de los negros a no votar -porque "la comunidad blanca es la raza avanzada"- y la labor del "Generalísimo Francisco Franco como un auténtico héroe nacional". En su síntesis del franquismo, el dictador "arrancó a España de las manos de los visionarios, ideólogos, marxistas y nihilistas que violentaron el alma española".

Con el tiempo, el lenguaje del Movimiento estadounidense se habría hecho más sibilino. Eisenhower se erige en paladín de los Republicanos del consenso con los Demócratas. Nixon es una figura de transición, aunque demasiado individualista para ser encuadrado en las coordenadas del régimen. Reagan le da una base popular a la estructura ideológica basada en el fascismo español, a mediados de los sesenta y cuando el comunismo era todavía el enemigo a batir. El ex actor se convierte además en el primer presidente de esa adscripción. Por supuesto, Bush II encarna la apoteosis del corrimiento de los conservadores hacia posiciones extremas. También supone el comienzo del declive.

Es superfluo consignar que Krugman aboga por un triunfo Demócrata en noviembre. Desea forzar además que el presidente y el Congreso ganadores ejecuten una política de izquierdas. El New Deal que postula se materializó tras una Gran Depresión. La crisis inmobiliaria en curso, de profundidad todavía no sondada, puede servir de sucedáneo. En su fervor, el ensayista destaca que la fiscalización no sólo es progresiva, sino progresista. Critica la eliminación del impuesto de patrimonio por parte de la derecha, cuando la izquierda presume en España de su futura supresión. Comparar a Reagan o Bush con el Movimiento puede resultar excesivo para quien lo haya padecido en su versión española, pero demuestra el encono vigente ahora mismo en Estados Unidos. También la crispación española ha sido asimilada al otro lado del Atlántico. Sólo falta averiguar si a esta orilla, y tal como ha ocurrido en Washington, "la clase privilegiada tiene el dinero suficiente para comprarse un partido", O dos, según ahondaría Gore Vidal.