n Se puede ser feliz sin leer. En mi casa, por ejemplo, uno de los seres más felices que la habitan es analfabeto profundo, y, aunque entiende y descifra casi una veintena de palabras, no ha aprendido a leer: se trata del perro. Pero más allá del perro, si hablamos de un ser más evolucionado, el ser humano, por ejemplo, también puede ser feliz sin saber leer, ni escribir, y manejar videojuegos. Y ver la televisión. Cualquier analfabeto está capacitado para disfrutar de la televisión, y del cine, del teatro, y del circo, y de la radio.

Pero analfabetos severos hay pocos en España. Según el informe Pisa lo que puede aumentar en el futuro es el analfabeto funcional, es decir, el ser humano evolucionado que sabe leer y escribir y que interpreta perfectamente el letrero de "No hay localidades para la sesión de noche" o sabe con certeza los que significa "entrada", "salida" o "liquidación por restos de serie", pero que cuando recibe una notificación administrativa, procedente de un organismo, le cuesta desentrañar el significado de la comunicación.

Uno de cada tres escolares, tras abandonar las aulas, no leen jamás un libro. Esa falta de gimnasia neuronal atrofia la comprensión, de la misma manera que si no camináramos nunca, tras abandonar el periodo educativo, llegaríamos a movernos con dificultad. Pero lo más grave es que, según el informe, está bajando el nivel de comprensión de lectura de nuestros escolares. Descodifican los signos de las palabras, los pueden convertir en sonidos, pero no captan el sentido del escrito. "Se me juntan las letras", le dijo a mi mujer bizarramente un ciudadano al que le pretendía regalar un libro. Pero eso no significa que se termine la posibilidad de ser feliz: se puede cantar, bailar, escuchar la radio, viajar y asistir a un festival de rock. Lo que le va a resultar más difícil, por ejemplo, es leer y enterarse de lo que dice un ejemplar de este periódico.