De acuerdo con Karl von Klausewitz, prusiano él y uno de los teóricos más reputados del arte de las batallas, la guerra no es sino la continuación de la diplomacia por otros medios. Cosa que equivale a decir que el cometido de los diplomáticos consiste en adelantar la guerra mediante otras fórmulas. Bien de acuerdo debe estar con tal precisión doña Denise Holt, embajadora del Reino Unido en ese otro Reino tirando a desunido que es el nuestro, al asegurar en Palma, aprovechando una estancia dedicada a entrevistarse con distintas autoridades y a festejar el cumpleaños de la reina Isabel II, que su gobierno -el de la reina y, por extensión, el de la embajadora- no considera a España como un país peligroso.

No somos peligrosos, de acuerdo, ni estamos en la lista oficial de los países que sí lo son pero en la página no menos oficial que el ministerio del que depende la señora Holt tiene colgada en la red de redes se dice bien a las claras que nuestro país anda está sometido a una gran amenaza terrorista, que los ataques pueden ser indiscriminados, que el último de ellos tuvo lugar en el aeropuerto de Barajas en diciembre de 2006 y que las bombas de Al Qaeda contra los trenes en Madrid produjeron el 11-M nada más de 1.500 víctimas, 192 de ellas mortales.

Todo eso es cierto. Es, admitámoslo, un pelín confuso, porque a estas alturas meter en el mismo saco lo de Barajas y lo de los trenes supone no enterarse de la película, pero cierto. Tan cierto como que la misma advertencia podría dirigirse a los turistas que viajan a la Gran Bretaña sin más que recordarles lo que pasó en los transportes urbanos de Londres cuando otros muchachos de Al Qaeda -misma franquicia, diferente origen- sumieron también a la metrópoli del Imperio en el caos. Pero a lo que íbamos no es a la parábola de la paja en el ojo propio y la viga en el ajeno sino a la de la multiplicación de los panes o los peces, según estemos hablando de un general o de una embajadora.

¿Quién redactará la página web del ministerio conocido como el Foreign Office? En pura lógica, alguien con más formación diplomática que de Estado Mayor, aunque a juzgar por los resultados eso no sea evidente. La información acerca de los peligros tiene mucho más tono militar, con las generalidades a las que obliga el preparar la guerra cuando se quiere la paz, que conciliador, con las salvaguardas que pueden hacerse al respecto. Es probable que si la señora Holt hubiese sabido lo que iba a publicar hoy este diario habría intentado matizar lo que asegura su página web reconociendo que a cualquier turista con destino al Reino Unido se le podían hacer parecidas advertencias.

Pero, claro, ni las entrevistas con el delegado del Gobierno o el conseller en funciones de Turismo tienen por qué entrar en detalles acerca de la belicosidad de los consejos que salen de Londres, ni los festejos del cumpleaños de la reina han de ir más allá del happy birthday to you. Con lo que habrá que recurrir a Clausewitz si queremos que nos presenten excusas, matizando también la opinión del brillante estratega. La guerra es un medio mucho más directo de relacionarse y menos peligroso a la hora de meter la pata que el ejercicio de la diplomacia. En especial cuando Internet permite enterarse de lo que dicen de uno a distancia.