El Banco Central Europeo ha provocado otra conmoción al subir nuevamente los tipos de interés, ahora hasta el 4%, haciendo uso de su al parecer insobornable independencia. Con la medida, no sólo ha damnificado a los poseedores de un crédito a interés variable sino también a los mercados mobiliarios -el IBEX 35 cedía un 2,5%- y ha contrariado a gobernantes de varios países que están intentando alcanzar mayores tasas de crecimiento económico.

La decisión del BCE, actualmente comandado por Trichet, es, como todo en esta vida, opinable, pero éste no es el asunto: la pregunta de fondo versa sobre si tiene sentido que unas decisiones tan graves se adopten apenas desde el punto de vista técnico y economicista, sin tener en cuenta las consideraciones políticas que la rodean y que están cargadas de legitimidad democrática.

Estas líneas tan sólo formulan la pregunta y no manifiestan opinión alguna. Apenas pretenden poner de manifiesto lo deseable que sería que tal cuestión se debatiera realmente ahora que, fracasada la Constitución europea, estamos a punto de intentar de nuevo construir una somera estructura jurídico institucional para Europa.