Los distintos tiempos del verbo pactar componen la canción del verano balear. Durante estos días el kilo de especulación va tirado y el de buena noticia ni siquiera cotiza en Bolsa porque no existe. La auténtica partida de ajedrez se juega en escenarios a puerta cerrada y para que la gente se entretenga en el exterior se reparten sudokus de nivel "Muy fácil".

De momento sólo se manejan anécdotas. Antich llama a Munar la misma noche del 27 y no hablan mucho tiempo porque la música de salsa está a todo volumen. Matas se conforma con enviarle un mensaje. Detalle baladíes pero que pueden tener su importancia.

En 1969 un joven socialdemócrata alemán llamado Willy Brandt vive su primera noche electoral como candidato a la cancillería de la RFA. Su SPD saca un 42% y es superado por los socialcristianos de CDU, que llega al 46. La derecha festeja la victoria hasta bien entrada la noche, que en la Alemania de aquellos tiempos sería las once. La plana mayor del partido queda para reunirse la mañana siguiente para analizar los buenos resultados y establecer las estrategias correspondientes.

Y cuando llegan a la sala de reuniones se encuentran sobre la mesa un teletipo que anuncia que el SPD de Brandt ya tiene su gobierno formado después de haber alcanzado un acuerdo con los liberales del FDP. El acuerdo de coalición se había forjado a primerísimas horas de la mañana, que en Alemania deben ser las cinco. El acuerdo entre socialdemócratas y liberales duró veintitantos años. La anticipación, en política y en fútbol, da muchos frutos. No es definitiva, pero es de gran ayuda.

Willy Brandt fue un político heterodoxo, a lo Maragall. Fue premio Nobel de la Paz en 1971 y de él se ha hecho una definición que hoy, en la política de la desesperada búsqueda del voto de centro, haría furor. Se la hizo Günter Grass: "Brandt se dirige a la utopía con la velocidad del caracol, pero al menos va en la dirección correcta, lo cual es muy meritorio".

El último pacto de gobierno en Balears, en 2003, fue muy poco épico. La mayoría absoluta de Matas en el Parlament dejaba muy pocos resquicios a Unió Mallorquina en el Consell. Había poca cosa que discutir y se firmó en un plisplás. El instinto de supervivencia de los nacionalistas les llevó a firmar sin más. Y aun así tuvieron voces discrepantes en el partido que ya entonces les advirtieron de que aquello no parecía muy buen negocio.

El del 99 fue otra cosa. Lo del Pacte de Progrés fue directamente epopeya. Guardo en el recuerdo la imagen de la jornada de la firma en el Parlament. Normalmente tan frecuentado por ternos oscuros, aquel día parecía un mercadillo ibicenco con abundancia de individuos en chanclas, pantalones cortos y senalla colgada al hombro. La equilibrada y tenue luz que engendra la gran claraboya del edificio del Círculo Balear fue substituida aquel día caluroso de verano por un calidoscopio colorista.

Con menos arco iris se firmó el primer pacto de la autonomía balear, el de la primavera de 1983, que tuvo lugar en el despacho de un banquero. Toda una premonición. Gabriel Cañellas y Jerónimo Albertí coaligaron sus firmas sobre una mesa de vidrio del despacho de Carlos March Delgado, en el edificio de la Fundación March de la calle Castelló de Madrid.

Aquel fue, sin duda, el más laborioso de los pactos. Jeroni Albertí, después de leer el primer texto que le presentaron Cañellas y Matutes -Abel ya entonces daba mucho juego- dijo que no lo firmaría ni muerto. Tuvo que intervenir el paciente banquero, quien argumentó poderosas razones que convencieron al líder de Unió Mallorquina. Del texto del pacto sólo existió un ejemplar, que fue depositado en una caja fuerte de la Banca March.

De hecho debió escribirse con tinta simpática porque al año Albertí ya hablaba de moción de censura y dos años después Cañellas se sometió a una de confianza. Hoy se definiría como una "legislatura Dragon Khan".

Ignoro por donde se dirigirá el nuevo pacto necesario para gobernar Balears. Los protagonistas tienen la suerte de que la jurisprudencia al respecto ya es sólida y nutrida. Pueden sacar fructíferas consecuencias para evitar nuevas visitas al parque de atracciones.

(*) Periodista