Seguimos hablando de la resaca electoral, de los pactos, a veces contra natura, de las ambiciones de Gallardón, de la falta de entendimiento con EEUU, a pesar de la primera visita de Condoleeza Rice, pero hay noticias que siguen pasando desapercibidas, aunque deberían ocupar las portadas. Unas, porque somos los primeros en algo realmente importante; otras, porque son la doble cara de la moneda del mundo en que vivimos. En ambos casos se habla de solidaridad, de derechos humanos y de esperanza. Y de inhumanidad.

La semana pasada, se ha batido un récord en España en un terreno en el que es difícil hacerlo porque somos los primeros del mundo desde hace muchos años. Lo contaba el doctor Rafael Matesanz, director y creador de la Organización Nacional de Trasplantes, una organización modélica, ejemplo para todos los países del mundo. Setenta trasplantes se han realizado en sólo siete días. Setenta órganos procedentes de veinticinco donantes, que han dado vida a muchas personas. Un dato aún más importante: ninguno de esos donantes ha sido víctima de accidente de tráfico. Decía Matesanz, creo que en Punto Radio, que el descenso de los accidentes de tráfico no ha influido sobre el número de donantes, dos excelentes noticias. En este ejercicio de impresionante solidaridad a cambio de nada, somos líderes mundiales. Y deberíamos decirlo más alto y más fuerte porque, a pesar de todo, siguen faltando donantes y sigue habiendo mucha gente que espera, a veces desespera, por un trasplante. Cerca de mil personas han participado en esa ´semana del trasplante´ en la que cada minuto vale oro. Y esa noticia no la he visto en ningún periódico y, sin embargo, la farsa de la donación de un riñón en un reality show holandés ha sido portada en casi toda la prensa mundial.

La otra historia repite la de hace un año, la del pesquero español ´Francisco y Catalina´, que recogió a un grupo de 51 inmigrantes y durante 10 días no pudo desembarcarlos en Libia. Ahora, otro pesquero español, el ´Montfalcó´, ha rescatado a 26 inmigrantes a la deriva, al borde de la muerte y Malta, al igual que Libia, tampoco ha permitido que fueran desembarcados en su territorio y han vuelto a ser marineros españoles, modestos trabajadores del mar, los que abandonaran su trabajo para salvar la vida de estos hombres que arriesgan su vida para llegar al ´paraíso´. La fotografía de otros inmigrantes africanos agarrados durante tres días a una red en la inmensidad del Mediterráneo, hasta ser rescatados por un buque italiano tras negarse a recogerles un pesquero maltés, remueve la conciencia de la gente de bien. Los hombres del ´Montfalcó´ se merecen también el homenaje y el reconocimiento de todos.