Cuando éramos niños, circulaba en mi colegio un chiste homófobo de poca gracia: "Mamá, mamá: en el colegio me llaman marica". "¿Y tú qué haces, hijo mío", preguntaba la madre. "Yo les pego con el bolso". Pues bien, ha sido precisamente un bolso lo que ha llevado a Tinky Winky a la picota. Para los pocos que aún no lo sepan, el tal Tinky Winky es uno de los cuatro muñequitos que protagonizan los "Teletubbies", una conocida serie infantil. La serie, producida por la prestigiosa corporación BBC y difundida en ciento veinte países, ya fue descalificada en su día por parte de algunos grupos conservadores cristianos de Estados Unidos, por fomentar la homosexualidad. Es decir, por el tema del bolso. Y ahora, la portavoz de los Derechos del Niño en Polonia -una tal Ewa Sowinska- ha encargado a los expertos de su departamento que investiguen si la serie de marras contribuye a la causa del vicio nefando.

En un rapto de sutileza, la señora Sowinska declaró: "Me han dicho que podría haber un sobreentendido homosexual encubierto". Y yo me digo: ¡cuánta ingenuidad! Desde el primer día era evidente que Tinky Winky perdía aceite. Ataviado de violeta como un obispo anglicano, tenía una voz meliflua y unos gestos amanerados; luego no perdía ocasión de repartir amor a manos llenas, como Bush o Aznar, y de saltar por los prados reclamando a todas horas su "chute" de cariño. Si a eso añadimos la percha de su cabeza y el bolso... Verde y con asa, sarasa. El pie de foto que acompaña la noticia, nos dice: "Tinky Winky, tercero por la izquierda, en el origen de la polémica...". Ésa es la clave, caballeros: tercero por la izquierda. Incluso con un protagonista tan señalado como éste, la sociedad reclama tener al bicho fichado, localizado, identificado. Para que no vaya pidiendo abrazos por ahí.

Pero yo pienso que esto no es lo grave. Lo grave es que hay que vivir en una sociedad muy enferma, creo yo, para denunciar a un muñeco. ¿Me siguen? No importa que Tinky Winky ande medio camuflado en una estantería, junto a sus otros tres amiguitos. Ni tampoco sirve que él mismo exhiba, como hacen los demás con sus repectivos juguetes, su precioso bolso de tonos pecaminosos. Porque además de eso, hay que someterlo a ludibrio y escarnio, pues ese degenerado de turbio proceder puede llevar a nuestros pequeñuelos por la senda del Mal. Sería demasiado fácil preguntar ahora qué senda tomarán finalmente los vástagos de la sociedad europea, que han sido destetados con hectólitros de hemoglobina y pornografía a raudales. Habrá que verlo. Por ahora, el gran peligro se llama Tinky Winky, no lo duden, tercero por la izquierda.

Por otra parte, cabe pensar que la proporción de un muñeco mariqueiro entre cuatro es justa y razonable. Digamos que equivale a una cuota del veinticinco por ciento, que corresponde al porcentaje real de homosexuales -y me quedo corto- que habría en nuestra sociedad si todo el personal saliera definitivamente del armario... Ya puestos, ¿se han fijado en el segundo "teletubbie"? ¿El segundo por la izquierda? De momento aún no se ha comprado ningún bolso. Pero hay algo, no sé, no sé, que me da muy mala espina. Seguiremos muy atentos al comportamiento de este ambiguo personaje. No vaya a ser que...