"¿Sómos más felices?". Toni Nadal titulaba así su artículo de la sección "En alta voz" que activamos en Diario de Mallorca durante la campaña electoral para que líderes sociales de la isla expresaran sus reflexiones ante el 27-M. El del tío y entrenador del campeón tenista fue uno de los que más llamaron la atención. A dos días de las elecciones, recordaba Nadal lo que debiera ser motivo principal de toda carrera política y, por ende, electoral: hacer feliz a la gente. Tan simple y tan complejo. Tanto, que si hiciéramos una encuesta a los políticos preguntándoles para qué quieren serlo, me extrañaría que alguno respondiera esa verdad original. Ahora que estamos en tiempos de conversaciones sobre la gobernabilidad de las instituciones, conviene que lo recuerden, o se lo escriban en la palma de la mano.

Se veía venir.- La sorpresa del descalabro del Partido Popular el 27-M no es comparable a lo sucedido en 2003, con la caída del Pacte de Progrés. Entonces, los sondeos demoscópicos se equivocaron debido a un evidente voto oculto de la derecha: desgobernaba el centro izquierda y la calle estaba agitada por las protestas de algunos sectores sociales enfrentados al Pacte. Era tal el frentismo que se respiraba que, a posteriori, parecía claro que el votante anónimo conservador tuviera reparos en exhibir sus preferencias ante un encuestador. Por otro lado, la movilización del voto de la derecha fue el más importante en muchos años gracias a la ayuda activa y proselitista de los núcleos empresariales enfrentados al Pacte.

Ante las elecciones del pasado domingo, la ausencia de temores y cierto hartazgo en la calle por los acontecimientos que más abajo se relatan se tradujo en la expresión diáfana de los consultados, arrojando un alto grado de fiabilidad de los sondeos publicados por este rotativo. Que el PP podía perder su predominio era verdad, aunque los bizcos entornos de los mandatarios sólo supieran ver en el mensajero un agresor a batir.

La tensión social innecesaria.- Pero vayamos a los hechos: ¿cómo puede ser que un partido con una situación electoral tan privilegiada, defendida a capa y espada por una plataforma mediático propagandística elefantiásica, nunca vista antes, pueda debilitarse de esa manera? Debemos partir de otro interrogante cargado de un contenido que detesta la ciudadanía: ¿Por qué el PP hegemónico propició, cuando no auspició, la tensión social, en un marco en que los deprimidos partidos de izquierda no dejaban de sangrar por las heridas del fracaso de 2003? Es más, nadie duda de que el PP ha trabajado a destajo en este período, a un ritmo sin parangón en gobiernos precedentes, aunque las formas y el talante no fueran precisamente conciliadoras con la crítica. ¿Entonces?

Contestemos a estas cuestiones enumerando los pecados capitales que aquejan a quien reconquista un poder que cree pertenecerle poor derecho natural: revanchismo contra el oponente, demonización, persecución y sectarismo, por un lado, y un notable nepotismo por el otro. En fin, un planteamiento de estructura social de amigos y enemigos encaminada a aniquilar socialmente al perdedor y, en paralelo, a proveerse de tantas defensas como se puedan construir para evitar la ´agresión´ encajada en 1999: dádivas a empresas de todos los sectores, creación de medios de comunicación desproporcionados, compra de líneas editoriales mediante la subvención opípara, derroche de reconocimientos públicos a personajes, empresas o asociaciones destacados de nuestra comunidad, en definitiva, creación de una bolsa de deudores suficiente para proteger una hegemonía que por primera vez había sido abatida y mostraba la vulnerabilidad del postcañellismo.

Acoso a la corrupción.- En este ambiente enrarecido se destapan las campañas de la Agencia Tributaria y la Fiscalía contra la corrupción. Las imagenes del ex alcalde de Andratx esposado que nos han ofrecido las televisiones y los diarios se incrustan en las retinas de todos los mallorquines. Los cargos del Govern y el PP lo gestionan mal. Las reuniones del secretario general José María Rodríguez, cuyo teléfono estuvo pinchado por la policía, e incluso de Jaume Matas con el detenido Eugenio Hidalgo antes de intervenir la justicia no son vistas con buenos ojos y extienden las sospechas de corrupción, en el peor de los casos, o de connivencia, en el mejor. El gesto del president de pedir cuentas al fiscal general del Estado, Cándido Conde Pumpido, una intromisión insólita e inesperada en la acción juidical, remata la impresión de país bananero a la deriva.

La guardia pretoriana se gana el sueldo.- Tras estos sucesos, los órganos de propaganda creados o enriquecidos por el Govern levantan inquietantes cortinas de humo. Se hace un llamamiento a la caza mayor de la oposición: surge una irregularidad administrativa en la casa de Eberhard Grosske, otra supuesta en la casa heredada del santón de la ecología líder del GOB, Miquel Angel March, y se contraponen al caso Andratx, el de la retina de la ciudadanía. Ese ventilador de vientos falsos intenta equiparar al payés intelectual comprometido con Mallorca, M.A. March, con Eugenio Hidalgo, para descrédito de quien lo intenta. Cunde la incredulidad y la inverosimilitud. No cuela. Tal vez en lugares más grandes, Madrid, Barcelona, la máxima goebbeliana resulte efectiva. En Mallorca no porque, hasta cierto límite, pero suficiente, todos nos conocemos.

El entramado político mediático se retroalimenta, alejándose día a día de la realidad social, y se solaza en una estrategia tan peligrosa como delirante.

La guinda es el llamado caso Ibiza, el de las autograbaciones del exiliado y polémico secretario general de los socialistas pitiusos, Roque López, acusando a la cúpula de su partido y a la del PP de haber cobrado comisiones urbanísticas. Aparece a unas semanas de las elecciones. Se ensalza la parte del PSOE y se oculta o minimiza la del PP. Suena extraño y huele a montaje o a manipulación. Desde los medios conservadores se exige que la fiscalía acuda con la policía en tropel a detener al candidato de Eivissa, Xicu Tarrés, uno de los grandes vencedores de estas elecciones. Para entonces, los votantes pitiusos habían dado ya su veredicto: el pulgar hacia abajo, pero no contra los acusados por López, sino contra los responsables políticos de tales informaciones. El caso sigue en la fiscalía y apunta tamaña gravedad que dará que hablar, de una u otra manera.

El mismo día que sale el ´caso Ibiza´, Hacienda y la fiscalía abren la operación Relámpago contra abogados y un par de notarios por supuesta corrupción fiscal. Para los voceros del PP se trataría de una estratagema para tapar el caso Ibiza. La teoría de la conspiración no tiene límites. Ha sido todo tan burdo que incidir en ello, aunque sea para explicarlo y analizarlo, resulta ridículo y aburrido.

Y así se llega a unos niveles insoportables de crispación social. De una caza de brujas innecesaria pero despiadada contra el disidente, en la que se socaba el prestigio y la credibilidad de algunas instituciones, desde el Govern a la Fiscalía pasando por Hacienda. Un pulso demasiado grande para quien sea, menos para los salvadores de la patria.

Una buena parte de los simpatizantes del PP empiezan a desmarcarse y a criticar las exageraciones y tensiones del día a día. Se multiplican los temores fundados de la emersión de la derecha más radical entre los medios y las asociaciones afines. Incluso algunos de ellos llegan a revolverse contra quien los ha prohijado y promovido. Cría cuervos.

La estrategia electoral.- Así se llega a las elecciones. La estrategia de los partidos fue clara. El PP mueve a todo su Govern, pero ya no se ve al empresariado que lo catapultó en 2003. Matas, creyendo que de Eivissa daba cuenta el escándalo de Roque López o, lo contrario, que el electorado les pasaría factura por los conflcitos de las carreteras, busca en el granero menorquín. Allí empieza y despide la campaña. Durante la noche electoral, en más de una ocasión los datos le avalan y rompe la continuidad de Joana Barceló. "Menorca da la mayoría absoluta al PP", podría haber sido el titular. Al final de la noche todo volvió a su sitio. Por su parte, Rosa Estarás, candidata al Consell, trabaja contra UM. Debe renegar del pacto que dio el Consell a Munar y la sostuvo gracias a sus 16 diputados. Dirige sus ataques contra las subvenciones del Consell que paradójicamente han apadrinado. Ejercicio difícil el de ningunear la memoria y la inteligencia de los ciudadanos.

El PSOE practica una campaña átona a costa de Zapatero, dirigida a ese universo de votantes de las generales que les abandonan en las locales. Siempre lo hacen, pero nunca consiguen tal movilización. El apoyo ministerial y las cualidades y optimismo de Aina Calvo y Francina Armengol son fundamentales para animar a su propia militancia. Para ellos Palma era estrategia fundamental y Antich empezó a patearla con Calvo. Armengol se encargó de la Part Forana. Al final, lo de siempre, pescan en el caladero nacionalista e izquierdista. De ahí, de sus supuestos socios de gobierno, salen sus crecidas. A golpe de voto útil.

Palma también estuvo en el centro de la estrategia de Unio Mallorquina a sabiendas del desgaste de Catalina Cirer. Su candidato Miquel Nadal abrió hace tiempo el fuego en la capital balear y no paró hasta conseguir entrar en Cort.

Al final el 27-M se resolvió con uno de las más estrepitosos fracasos para el PP, al perder los controles de los cuatro consells, el Parlament y el Ayuntamiento de Palma. Que hayan sido sus resultados más abultados de poco sirve. Los de su oponente también lo son.

La causa principal hay que fijarla en una abstención fruto de lo explicado anteriormente: los excesos de una crispación social inducida, un gobierno con importantes tics de prepotencia en sus actuaciones y el intento de engaño a la población por parte de su guardia mediática. Aspectos como la tendencia nacionalista de algunos cargos del Govern o el fichaje de Maripau Janer en la que lo basan algunos no tiene ningún tipo de consistencia porque son precisamente los reacios a estas ideas los sectores más activos de la derecha balear.

La gobernabilidad.- La situación actual no es un mal punto de partida para sosegar a la agitada sociedad balear y recomponer la dañada credibilidad de algunas instituciones y de los partidos. La negociación implica diálogo y este ejercicio deviene imprescindible en la coyuntura actual. La mesura y la luz sobre las grandes líneas que se negocien debería ser el cheque diario a la ciudadanía.

No caben muchas posibilidades. Un gobierno en minoría del partido más votado, el PP, parece improbable por el tremendo desgaste que le infligiría una oposición dispuesta a rechazar todas sus propuestas (el cainismo de la falta de cultura democrática). Por tanto, siendo pragmáticos, sólo podemos barajar la posibilidad de un pacto PP-UM o un pacto UM-PSOE-BLOC, la reedición del Pacte de Progrés en la variante 2007. A día de hoy no hay nada decidido. Munar espera ofertas de Matas y de Antich para trazar el futuro de nuestra coumnidad.

A nadie se le escapa que el cuerpo le pedirá a la líder uemita tomarse la revancha de tanto insulto de sus ex socios, lo que significaría situar al partido hegemónico, sin las principales instituciones del archipiélago y sin Madrid, ante una crisis de consecuencias imprevisibles.

Pero por la otra parte, hay que contar con que la princesa nunca había disfrutado de tanto poder como el que le concedió Matas al darle la llave absoluta del Consell (en el 99 lo repartió con el PSM) y haber creado por primera vez un gobierno propio con cargos no electos y conselleries al gusto. En la misma balanza pesan las dificultades por las que pasó con el Pacte de Progrés y sus encendidas disputas con el PSM.

Sea lo que fuere, debemos insistir en lo que llevamos reclamando años, obviamente, sin demasiado éxito: los pactos deberán basarse en la legitimidad popular que las urnas han otorgado a cada partido, o al menos aproximarse. Lo que todo el mundo sabe es que la sociedad rechaza la concesión de una institución a una representación minoritaria, como se hizo hasta ahora. Por eso los candidatos renunciaron a ello en la campaña electoral. Los pactos que se alcancen, si quieren llevar el refrendo de la mayoría ciudadana y mantener la fortaleza y credibilidad de las instituciones, deberán ser de gobernabilidad y responsabilidades compartidas. Un pacto de gobierno fuerte de cada institución, no un reparto de instituciones debilitadas entre partidos. Fundamental.