No ha sido la derogación de la Ley de Educación, tampoco la aprobación de la Ley de matrimonios homosexuales, ni siquiera la terrible política exterior del Gobierno, no ha sido ninguna de las causa anteriores las que han hecho sonar las campanas de alerta para las mayoría de los españoles. Es la proclamación de un nuevo orden lo que altera al español medio, el escenario utópico de un día que ha sido nombrado ya demasiadas veces. Últimamente no son los nacionalistas los enfrentados en su concepción al resto, sino que asistimos a la paradoja de ver enfrentado al Estado consigo mismo. Desde el Estado se idea contra el Estado y sus instituciones, desde el Gobierno se inventan ocho maneras de llamar estúpidos a los españoles. No es la nación o la noción de Cataluña lo que atisba la razón media, sino la falta de proyecto, de anticipación, de idea de España.

Y es que cuando el hombre se inicia en un proyecto prende un camino, elige las circunstancias que han de llevarle a la consecución de ésa proyección que un día ideó su intelecto. Esto no pasa hoy, y no pasa porque simplemente no puede pasar. Es una condición elemental para caminar hacia un punto el proyecto; y esto es precisamente lo que falta. Entonces nos encontramos en la tesitura de iniciar una senda, que no es camino, porque el camino tiene partida y llegada concretos, no así la senda, cuyo destino se desconoce. Cuando falta el proyecto, la idea de liderar un conjunto de personas hacia un destino común, no quedan más que circunstancias. En esto estamos hoy, circunstancias que pasan y, entretanto, el proyecto se diluye, el tiempo transcurre, las oportunidades se pierden. No queda más que una política a salto de mata. Un día se ocupa de una cuestión, el otro de alguna distinta y así vamos tirando. La gran decepción aparece cuando desaparece la gente del debate político, y los ciudadanos no se ven reflejados en esta política de circunstancias.

Desde que el Caballo de Troya de ERC entró galopando en La Moncloa asistimos a un espectáculo sin parangón. Y es que es un error intentar gobernar en contra de alguien. El proyecto de modificación de la Constitución a la carta así lo establece. La cuestión caudal no es la reforma del texto, que es reformable, sino la idea de la reforma, el futuro de esta y sus consecuencias. Lo que se debate no es sino la fundamentación de la convivencia entre los españoles, si compartimos un proyecto de solidaridad e ilusión o, por el contrario, nos asomamos al abismo de los nacionalismos para construir un proyecto común, es decir, una contradicción.

La mayoría social que defiende un modelo de convivencia heredado en el 78 no puede quedar huérfana en esta empresa. El Partido Popular es hoy, a todas luces, el único partido que defiende el modelo constitucional y la ambición de hacer algo grande con nuestro país. Sin complejos ni ataduras terminológicas, con la intención de representar a una mayoría social que quiere compartir un espacio de convivencia para el futuro. Mariano Rajoy representa hoy a ésa mayoría que demanda responsabilidad, que reclama una política refrendada por principios y valores, que rechaza el volátil relativismo moral de la izquierda cambiante. Queremos abordar las verdaderas reformas que necesitamos, las reformas de la gente que demanda un empleo más estable, una sociedad con más oportunidades para prosperar, en definitiva, las reformas que necesitan las personas, no aquellas que proclaman profetas gesticuladores comprometidos con un dogma irrefutable.

Es hoy imprescindible ejercer una gran labor de pedagogía política. El Partido Popular quiere explicar a los españoles que la senda que se emprende afecta a toda España y a Cataluña en especial, no es casual que a más del cincuenta por ciento de los catalanes les importe un pimiento el Estatut. La doctrina del control social, del conmigo o contra mí del nacionalismo no es bienvenida en una sociedad moderna como la española.

Rajoy visitó nuestra comunidad hace ya una semana. Trascendió que por encima de cálculos políticos existe un modelo de convivencia que debemos preservar para las generaciones futuras. Insistió en tratar con responsabilidad y coherencia los temas que nos preocupan. Su mensaje fue serio y de planteamiento sosegado. El líder del Partido Popular recibió el respaldo de miles de simpatizantes baleares que conocen ya cuál es el modelo que comparte con Jaume Matas. En definitiva, Rajoy no pretende más que pasar de la poesía revolucionaria del gobierno socialista, a la prosa de la realidad efectiva de la vida diaria de miles de españoles.

Oscar Fidalgo es vicesecretario de Acción Política de Nuevas Generaciones del PP.