Tu derecho a ser creativo finaliza en el momento en que tu inventiva comienza a interferir en el bienestar de los demás o, sin temor a personalizar, en cuanto ésta pasa a ser un elemento que me hace la vida imposible. Ya no puedes caminar sin encontrarte un local de diseño en cada esquina. Proliferan más que las zanjas y socavones, que ya es decir y tanto los unos como los otros me provocan la misma incomodidad que un grano en la nariz el día de una primera cita. No se puede cenar si no es sobre un puf a ras de suelo. Hasta que se nos adaptan las pupilas a la oscuridad, pasamos serias dificultades para recordar qué atributo físico de nuestro contertulio hizo que aceptáramos una cena en ese restaurante sólo alumbrado por velas. Quiero creer que los popes del diseño y la creatividad conocen el término medio entre el neón y una llama de mínima intensidad. La percepción del tiempo difiere enormemente en función de cómo lo inviertes. No es lo mismo pasar diez minutos con una mujer despampanante que pasarlos con un torturador cruel y sanguinario. Me gustaría que esta descriptiva manera de explicar la relatividad fuera mía; sin embargo, me temo que Einstein se me adelantó al explicársela a su secretaria.

Para cuando conseguimos recordar que fue la buena conversación la razón por la que dimos el "sí quiero" cenar contigo ya es demasiado tarde. Un DJ que proviene de Londres e hizo su reciclaje en Eivissa ha comenzado a pinchar discos. Han bajado (¿todavía más?) la intensidad de la luz y han subido (¿idem?) la intensidad de los decibelios. Recapitulemos: la ausencia de sillas nos ha hecho polvo la espalda, nuestra verborrea se limita a un "perdona, ¿qué has dicho?" y las pupilas ya no dan más de sí en dilatación. Albert diría que la percepción de estas dos horas dista de lo placenteramente correcto. Momento para hacer una visita al lavabo. Seguro que el Supremo Hacedor de las tendencias del siglo XXI manifiesta su momento de mayor esplendor inventivo en los cubículos de tres por tres. Tuvieron que vivir un trauma en relación a la definición de su sexualidad porque si no no nos lo explicamos. Colocar un rótulo con la palabra "damas" y en su defecto "caballeros" debe resultarles demasiado naif y prosaico, razón por la cual hacen que cualquier hijo de vecino se devanee los sesos tratando de dilucidar si fue primero el círculo o el triángulo, el clavo o la tuerca, un palillo a secas o mejor dos. "Perdón" es la palabra más usada al entrar en un servicio público ´made´ en el mundo del diseño. Las mujeres conocemos las espaldas de todos los hombres con quienes compartimos local. Imbécil es como nos sentimos al descubrir que con un simple movimiento de pie podías soltar el agua del inodoro e imbécil, también, al pasarte otro tanto de tu hermoso tiempo subiendo y bajando las manos a la caza y captura del sensor que permite que un grifo de forma fálica escupa un hilo de agua.

Pongamos que soy directora de una escuela de diseño y supongamos que debo soltar un discurso inaugural. A esa sala atiborrada de futuros gurús de las nuevas tendencias (¡qué miedo!) comenzaría y acabaría sugiriéndoles que comodidad y sencillez no son conceptos demodé y que por algo el tacto, la vista y el oído son tres de los sentidos más básicos. Así que, ¿para qué machacarlos?