n Hubo una época en la que un paquete encontrado en la calle podía contener una fortuna. Ahora sólo puede contener una bomba. Ayer estuve intercambiando síntomas con una mujer a la que me acababan de presentar en la farmacia. Los dos éramos aficionados a las medicinas, de modo que la invité a un Paracetamol y estuvimos diez minutos recomendándonos antiinflamatorios de última generación, que no afectan al estómago y te volatilizan un poco. Quiero decir que te predisponen para creer en la telepatía. Todo iba bien hasta que empezamos a competir por ver quién tenía síntomas más interesantes. En un momento dado me dijo que tenía "migrañas de racimo". Para mí era una expresión nueva. El racimo lo tenía asociado a las uvas y a las bombas que los países poderosos arrojan sobre los débiles. Migrañas de racimo, se dice pronto. La mujer me ganó la partida, claro. Paquetes bomba, migrañas de racimo. El mundo camina hacia su propia destrucción.

Las migrañas tradicionales eran muy creativas. Comenzaban por un aura que distorsionaba la realidad al modo de un ojo de pez. A veces, aparecían en la visión periférica pequeñas alucinaciones sin importancia: peces de colores, salamandras, aves de corral? Las horas de oficina se hacían más llevaderas. Es cierto que tras el aura aparecía el dolor propiamente dicho, pero se combatía bien con el optalidón de la época, que tenía un punto de barbitúrico fantástico. Las migrañas de racimo, por lo que me contó su usuaria, aparecen sin aura previa. Como su nombre indica, bombardean aquí y allá de forma aleatoria. Tan pronto te duele la nuca, como la frente o la sien. Depende de cómo se esparzan los granos del racimo. Son inmunes a los fármacos convencionales porque no pertenecen al ámbito médico, sino al militar. Un general las combatiría con paquetes bomba. Si tiene usted una migraña de racimo, tómese un paquete bomba cada ocho horas, después de las comidas. Definitivamente, el mundo se parece cada vez menos a mi mundo. También la hipocondría ha perdido su glamour tradicional, como los paquetes encontrados en la calle, como las jaquecas, como el Optalidón...