Crece el número de estadounidenses ansiosos de que Bush vuelva a la bebida, para que se olvide de que es presidente. Entretanto, recurren a cualquier artimaña con tal de obviar al desesperanzador inquilino de la Casa Blanca. Los zarpazos más recientes -a cuenta de su nominación de jueces para el Supremo- le han llegado de los sectores conservadores que apadrina, y la audiencia prefiere deleitarse con los aperitivos del más espectacular duelo por la presidencia de los dos últimos siglos y medio, Hillary Clinton contra Condoleezza Rice. A tres años vista, esta colisión es el secreto peor guardado en el Imperio del Bien. Las expectativas que genera son tan desmesuradas, que se hará irreversible antes de que se pronuncien las dos ramas del partido único, republicana y demócrata.

El enfrentamiento femenino por la Casa Blanca ya ha sido plasmado en un libro. Su autor es Dick Morris, el fabricante de Bill Clinton como político de combate. Este gurú fue desterrado de la corte de Washington cuando una prostituta reveló que lo estaba administrando mientras hablaba con el presidente -curiosa imagen especular de los devaneos con Monica Lewinsky-. Su ensayo prospectivo se titula Condi vs. Hillary. El orden de las púgiles, así como la tipografía empleada, no dejan dudas sobre la favorita del autor. Desde que fue postergado, ha firmado sendos volúmenes en los que intentaba la demolición del matrimonio dinástico demócrata.

Condoleezza Rice sería la primera candidata republicana, la primera persona de color, la primera soltera y la primera pianista. Hillary Clinton le opone los honores de primera candidata demócrata, primera Primera Dama y primera protagonista de un adulterio célebre en la Casa Blanca. Jackie engañó a Kennedy con Onassis durante la presidencia, pero la infidelidad se mantuvo en secreto. La actual secretaria de Estado era el amortiguador en que todos confiaban para que Bush no confundiera Afganistán con Pakistán -gobernado por el "General... General"- y no cometiera torpezas como la invasión de Irak. Aunque el presidente la teme más que a su madre Barbara, la antigua rectora de Stanford no ha controlado los desatinos de su supuesto títere. Visto de otra manera, de qué locuras no hubiera sido capaz sin la vigilancia de su número dos.

La ubicación de Condi y Hillary en el termómetro ideológico rezuma ambigüedad. La senadora demócrata por Nueva York -cargo que deberá revalidar el año próximo- no es menos religiosa que Bush. La muerte de su padre la arrastró a una deriva parapsicológica que tenía poco que envidiar a Nancy Reagan y sus vudús. Incluso su cambio constante de peinado se ha utilizado como un indicio de inseguridad y carácter voluble. Una somnolienta mañana de sábado en su domicilio de Arkansas, fue ella quien convenció a su reticente esposo de que sería presidente, aunque pocos imaginaban entonces que lo estaba empleando como trampolín para sus propias ambiciones

Hillary Clinton busca el desquite para las humillaciones que sufrió en la Casa Blanca, sueña con disponer del Despacho Oval para ella sola. Antes deberá saldar un duelo que se da por sentado, hasta el punto de que la intromisión de un varón -Rudy Giuliani- sería ruinosa para el espectáculo. Condi no es suficientemente antiabortista, y nadie la ha votado jamás para un cargo. Desconoce la angustia de la campaña electoral, al igual que su predecesor Colin Powell. Sin embargo, se la considera el único candidato capaz de neutralizar a la esposa de Bill Clinton. Pronto se establecerá simétricamente que sólo Hillary puede frenar a Condi. Ambas hipótesis se reforzarán mutuamente, y el duelo quedará sellado como inevitable.

La alternativa al enfrentamiento circense es un ticket conciliador Condi-Hillary o viceversa, y la proclamación directa de la pareja por el Tribunal Supremo, donde radica el pecado original de la actual presidencia. Si ocho años en la cima de la Casa Blanca no descalifican a la senadora ni a la secretaria de Estado para emprender su propia carrera política, queda claro que esa etapa ha sido decisiva para cimentar sus posibilidades. De lo cual surge una paradoja. Si el presidente 41 es padre del presidente 43, y el presidente 42 es esposo de la presidenta 44, ¿cuál es exactamente la diferencia entre Estados Unidos y una monarquía?