Crecen las voces contra la insensatez del Estatut catalán. José María Fidalgo, Cándido Méndez, Jaime Caruana, Paco Vázquez... Y serán muchos más, porque estamos ante un dislate. Lo acaba de decir en Madrid Josep Piqué con la frialdad y la sinceridad que le caracteriza. Piqué es un político discreto, poco amigo del ruido, que trata de convencer, que prefiere las distancias cortas y al que le falta ´mala leche´ para la batalla política, aunque yo creo que, en el fondo, se contiene. La política española ganaría mucho si estuviera más llena de ´piqués´ y menos de ´pepiñosblanco´, ´rubalcabas´, ´simancas´ y ´zaplanas´.

Piqué ha dicho que "el mal ya está hecho", porque o aceptamos el disparate o convertimos a Cataluña en una víctima. Sostiene que es un mal Estatut para los catalanes, para Cataluña y para España, que no conduce a la modernidad sino al intervencionismo, a la insolidaridad y a la ruptura de la unidad de mercado. Una Cataluña cerrada sobre sí misma es, sin duda, un grave error. Pero ha acusado, también, de falta de honestidad y sinceridad políticas al presidente Zapatero y a algunos políticos catalanes, porque lo que encierra el Estatut catalán no es una reforma del anterior sino un cambio encubierto de la Constitución y que uno y otros son conscientes del objetivo final.

No es bueno, dice Piqué, "azuzar sentimientos, remover las vísceras y excitar los instintos más primarios" y, como vamos por ese camino, tal vez lleguemos a un callejón sin salida. Nadie tiene que ser más que nadie, dice, pero es evidente que unos quieren ser más que otros.

Pero Piqué ha tocado otro tema de fondo, alejado del debate inmediato, que merece una reflexión seria. Sostiene el político catalán que Zapatero se considera "elegido por la historia" para devolver la legitimidad democrática a España. Es decir, que, en el fondo, rechaza la legitimidad de la transición, que dio lugar a la Constitución, porque entiende que la legitimidad democrática real proviene de los vencidos de la guerra civil, los "verdaderos demócratas". Su objetivo sería no sólo "recuperar la memoria histórica" y rescribir la historia reciente, sino "borrar" los cuarenta años de Franco y los treinta posteriores para enlazar con la España republicana del 36.

Es sólo una teoría de Josep Piqué, pero ese componente mesiánico podría explicar las razones de algunos pactos, la negativa a otros, la decisión de dirigir las negociaciones y el empeño en traer a toda costa un texto anticonstitucional al Congreso de los Diputados. Eso encaja, además, con la filosofía de una izquierda antigua que, en muchas cosas, sigue anclada en el pasado, sin entender que la historia se asume, no se borra.