n Esta próxima semana tiene lugar en Salamanca la XV Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica. Se creará en ella una secretaría permanente y se darán nuevos pasos para avanzar en el nunca concluido designio de lograr que estos encuentros abandonen la retórica y se vuelvan operativos. En cualquier caso, es preciso reconocer que se han colmado muy pocas de las expectativas que se suscitaron en 1991, en vísperas de la conmemoración del Quinto Centenario del Descubrimiento.

En ese plazo, América Latina ha recorrido sin embargo un largo camino de aprendizaje: han tenido que ser los propios ciudadanos y sus correspondientes elites los que hayan llegado a la conclusión de que la inflación empobrece a los más pobres; de que el déficit debilita a los países. La ortodoxia sólo ha llegado con la experiencia. Y hoy, gigantes como Brasil y México comienzan a asomar la cabeza en la comunidad internacional, Argentina resucita y Chile sigue en el pelotón de cabeza de los países más desarrollados. Pero hay problemas políticos y económicos irresueltos y problemas sobrevenidos como el de Venezuela, que ensaya una peculiar ´vía cubana´ al desarrollo, sin ver adónde han conducido las singularidades de Fidel.

El fortalecimiento de la integración iberoamericana que se persigue en Salamanca va en la dirección correcta del desarrollo político y económico. Pero debería quedar sentado que la experiencia ya adquirida por Iberoamérica es irreversible. Lo que significa que los experimentos populistas de Hugo Chávez han de ser clara y expresamente inexportables.