El president lamentó que el debate sobre el estado de la autonomía no hubiera servido para tratar los temas que de verdad interesan a los ciudadanos. Puede que tenga razón, aunque gran parte de la responsabilidad sea suya por no plantearlos. Lo curioso, sin embargo, es que uno de estos temas prioritarios sea el de la vivienda y que, antes y después del debate, Jaume Matas protagonizara el anuncio y primera firma de la llamada hipoteca joven. Un nuevo producto financiero que, avalado por el Govern, facilita la adquisición de viviendas a menores de 35 años. Las condiciones son buenas: financiación del cien por cien que evita pagar entrada y con un período de amortización de hasta cuarenta años, lo que hace que las cuotas equivalgan, de hecho, a pagar un alquiler.

No es la piedra filosofal que solucionará el problema de la vivienda, pero sí una fórmula que ha tenido una gran aceptación. En sólo cuatro días ya se habían tramitado más de quinientas solicitudes. Una prueba más que evidente de que existe una demanda joven, insatisfecha por las condiciones que hasta ahora ha dado el mercado. Lo corroboraron en Hàbitat -la feria de la construcción que se clausura hoy- tanto el presidente de la Asociación de Promotores Inmobiliarios como el de Constructores. Según ellos, la hipoteca joven va a dinamizar las ventas, ya que rompe la barrera del precio para quienes no cuenta con un patrimonio a sus espaldas. Un buen invento financiero con una sola duda: así como la bajada de los intereses incrementó los precios, lo mismo podría ocurrir si se fomenta la demanda.

Sin embargo, aunque Matas se mostrase especialmente satisfecho, el éxito inicial de la hipoteca no mengua la gravedad del problema al que debe enfrentarse. La situación de la vivienda en Balears sigue siendo la misma que hace una semana. Su coste, sobre los dos mil euros por metro cuadrado de media, se ha triplicado en sólo ocho años. Somos la cuarta comunidad más cara de España, donde comprar un piso exige dedicar íntegramente el sueldo de once años o, con pagos aplazados, el treinta por ciento del salario de una pareja. Existe un importante parque de viviendas en venta, tanto de primera como de segunda mano, pero su adquisición está fuera del alcance de la mayoría de nuestros jóvenes y de los inmigrantes.

Desde hace diez años, salvo un breve paréntesis, Balears registra un espectacular desarrollo constructor, pero dirigido básicamente a la llamada, en términos turísticos, oferta residencial. Son, en su mayoría, segundas residencias tanto para la población local como para un mercado extranjero que busca en las islas una casa en el cinturón de sol europeo o una rentable inversión para su dinero. Esa gran actividad ha sido una de las causas de su encarecimiento, junto a las obligadas restricciones urbanísticas para evitar el deterioro del territorio. Un contexto en el que el gran perdedor es la población con menor poder adquisitivo.

Cómo conseguir una casa digna para todos es el gran reto. La hipoteca joven ayudará, pero no todos los jóvenes podrán beneficiarse. Los límites salariales engloban a la práctica totalidad de los menores de 35 años, pero para acceder a ella se exige tener un empleo fijo y eso, en un mercado laboral temporal y precario como el nuestro, no está al alcance de cualquiera. En cualquier caso, la solución pasa por una política de vivienda mucho más activa. Balears es una de las comunidades donde se hacen menos promociones sociales.

El éxito de la hipoteca joven se debe, más que a sus condiciones financieras, a una realidad adversa -el precio de la vivienda- que las hace ventajosas frente a otras posibilidades. Pero tener que pagar toda la vida para comprar un piso no deja de ser una hipoteca para el futuro de una sociedad cada vez más endeudada. Sobre todo en tiempos como éstos: con una enorme incertidumbre económica y con el riesgo de que los intereses vuelvan a subir.