¿Qué quedará de España?, se pregunta la gente. Miremos al cielo (con cuidado) para hallar respuesta. Allí brillaba ayer un aro de fuego: señas, enseñas e historia patrias refulgiendo. En su interior (para el que quiera verlo así), oscuridad local, menestral, sin gloria.

A lo mejor, para superar la crisis, basta con esa inversión de la metáfora: llamábamos España periférica a lo que había al final del radio de la España radial, zonas de patriotismo frío, alejadas del núcleo. Imaginemos, pasando de esa idea geográfica a otra política, que España ocupa la periferia, y pasa a ser el borde exterior de un recinto, la cerca que nos mantiene juntos, y a cada uno en su sitio. Alguien dirá: ¿una corteza sólo? Un modo de verlo. Otro sería: el anillo de luz, corona, collar, cinturón, frontera. Quizá todo acabe mal, y el eclipse nos ciegue, pero valdría la pena ensayar esa otra mirada, un cambio de metáfora.