Si nos atenemos al ámbito privado, las costumbres sexuales son un asunto que pertenece al derecho de los ciudadanos a la privacidad, garantizado por la Constitución española. Pero cuando los hábitos se convierten en cifras estadísticas, entonces lejos de resultar algo de ámbito privado se convierten en indicios importantes acerca de cuestiones de interés sociológico, antropológico e incluso político.

El DIARIO de MALLORCA publica hoy un informe acerca de ciertos rasgos de la conducta sexual de los habitantes del archipiélago que incluyen algunos datos dignos de consideración. Así, los 6.000 comprimidos utilizados al año de Norveno y Postinor, los anticonceptivos conocidos en la calle como "píldoras del día siguiente", ponen de manifiesto que un promedio de dieciséis mujeres al día utilizan como sistema de prevención de los embarazos unos compuestos pensados para usarse a título de emergencia. Si tenemos en cuenta que el consumo de esos fármacos se multiplica durante el fin de semana, y que sus principales usuarias son poco más que adolescentes, es fácil concluir que nos encontramos ante un problema de dimensiones sociales muy amplias.

Norveno y Postinor son medicamentos que pueden evitar algo tan trágico como el embarazo indeseado de una adolescente. Pero no son ninguna panacea anticonceptiva. Producen alteraciones hormonales muy severas que, si se convierten no en un recurso excepcional sino en la solución corriente, pueden llevar a la larga hacia unos efectos secundarios cuyo alcance es imprevisible hoy. Pero es que, como ponen de manifiesto los expertos consultados por este diario, las píldoras del día siguiente no son en forma alguna un remedio sistemático para evitar un embarazo y, desde luego, carecen de efecto alguno en la prevención de las enfermedades venéreas y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, el sida. La protección mejor al respecto es el preservativo, y el hecho de que tantos jóvenes mantengan relaciones sexuales prescindiendo de un sistema tan simple y fácil de usar pone de manifiesto que nuestra cultura en materia de sexo seguro es muy deficiente. Si esa constatación se añade a la que atribuye a los habitantes de estas islas el grado más alto de promiscuidad, el índice de infidelidades más elevado y la cantidad mayor en toda España de visitas a los prostíbulos, se pone de manifiesto el alcance de los riesgos que asumimos.

Puede que en buena parte esas conductas irresponsables se expliquen por la falta de información real acerca del contagio del sida: casi nueve de cada diez ciudadanos de Balears ignora cuáles son los mecanismos de propagación real del virus HTV. Cabe entender, en consecuencia, que nos enfrentamos a un problema de simple y llana falta de educación en materia de sexo. Para resolver ese agujero del sistema educativo, serían necesarias campañas mucho más extendidas y eficaces, capaces de dejar patente ya desde la edad escolar la necesidad de prácticas sexuales seguras en lugar de ocultar la cabeza bajo tierra ignorando el problema.

Por añadidura, la actitud de la Iglesia católica no contribuye a mejorar la situación de ignorancia, dada su hostilidad hacia el uso de preservativos y, por ende, las dificultades que existen para promover el uso de ese medio anticonceptivo en los colegios religiosos. Pero la situación a la que hemos llegado, la de cambiar los preservativos durante las relaciones sexuales por el recurso habitual a la píldora del día siguiente, convierte el problema en mucho más grave incluso desde el punto de vista de la doctrina de la Iglesia. Médicos, educadores y políticos deberían plantearse la necesidad de actuar de inmediato.