n El simplismo con el que adjudicamos posiciones de izquierda y de derecha se estrella contra la realidad. Esta nueva etapa de gobierno socialista volverá a demostrar que algunas de las llamadas ventajas sociales peligran más cuando toma las riendas un partido de izquierda o de centro izquierda. Con cierta perplejidad, los catalanes, a los que gobierna un "tripartito" bastante más escorado que el de Madrid, han visto como la consellera de Sanidad proponía el copago (fea palabra que se pone de moda) de determinados servicios de la Seguridad Social, en concreto las consultas médicas, a las que pretendía fijar una tasa simbólica de 1 euro "para que la gente entienda que todo sistema gratuito tiene un coste".

Para determinados políticos la gente es tonta, doblemente tonta. Primero por no saber que la sanidad pública cuesta dinero, y segundo porque basta con que les pongan el precio de un euro para que dejen de usar el servicio. Por mucho que digan que la medida ha hecho efecto en Francia, más parece que se trata de un astuto globo sonda lanzado para justificar la tasa sobre carburantes que el gobierno Zapatero, el de Madrid, estudia implantar en todo el Estado, con el concurso, claro, de las comunidades autónomas, alguna de las cuales, entre ellas dos gobernadas por el PP, lo tiene ya en uso. El juego habilidoso de la Generalitat consiste en sacar a relucir la idea, disparatada por su ineficacia, para que luego sea el Gobierno central quien imponga la subida de impuestos y reparta los fondos. El déficit, el brutal déficit de la sanidad tiene mucho que ver, aunque no todo, con la gestión autonómica, muy dada a convertir en bandera electoralista los servicios públicos, pero al final, vía impuestos estatales, será la administración central quien cubra el exceso de gasto. Lógico por otra parte, puesto que el servicio no se puede compartimentar entre territorios autónomos, cosa que hemos tardado quince años en entender.

Con cierta conmiseración asistimos al esfuerzo del ministro Solbes por hacer frente a lo que se nos viene encima, sin que le sirva de mucho, pese al aplauso forzado de su claque periodística, aludir al déficit encubierto del anterior Gobierno. Entre otras razones porque esas cuentas no estaban cubiertas, sino a la vista. Tan a la vista, que llevamos años discutiendo políticamente los presupuestos de Televisión Española y la mágica deuda del Estado con Andalucía. El panorama será mucho más oscuro cuando se sumen las cuentas de las autonomías, algunas de las cuales está pidiendo a gritos no ya una auditoría, sino una intervención del Tribunal de Cuentas. Por ahora Solbes quiere fijar la previsión añadida al déficit en 0,7 puntos, pero superará un entero, y mucho más, en cuanto el Gobierno busque apoyos parlamentarios para aprobar los presupuestos. No hace falta ser un adivino para decir que todo deriva hacia un nuevo ciclo de subida de impuestos, de impuestos estatales, claro, puesto que las autonomías están para gastar, no para pedirle a sus ciudadanos que se rasquen los bolsillos. La primera subida será esa de los carburantes y tendrá "carácter finalista y vigencia temporal", hasta cubrir el déficit sanitario. O sea que será para siempre, como otros incrementos ya presentidos en los impuestos generales. Y lo malo es que esa subida no tendrá nada que ver con una mejora del estado de bienestar. Todo lo contrario, vendrá en paralelo con nuevos recortes inevitables.

Siendo sinceros, los ciclos económicos no tienen nada que ver, muchas veces, con la posición política de los gobiernos, pero eso es difícil de entender para los que todo lo reducen a ser de izquierdas o de derechas.