"La verdad en Rusiaes muy fluida". El autor de esta frase, un periodista norteamericano doctorado en historia rusa por la London School of Economics, fue asesinado hace una semana en Moscú. Paul Klebnikov dirigía la edición en ese país de la revista ultracapitalista Forbes, y tenía el tremendo vicio de pensar que la mentira es la principal amenaza para un régimen de libertades. Quienes lo tirotearon desde un automóvil, representaban sin duda a uno de los oscuros multimillonarios que han convertido la antigua Unión Soviética en un gigante corrupto. Por fortuna para sus seguidores, la víctima dejó en herencia un libro valiente, El padrino del Kremlin. Subtitulado "El saqueo de Rusia", describe el tránsito del marxismo leninismo al mafiosismo en lenidad, a partir de una radiografía de Boris Berezovsky. Este matemático se ha erigido en el arquetipo del magnate ruso, un concepto que incorpora su propia leyenda negra.

Nada más lejos que insinuar un atisbo de complicidad o complacencia de Berezovsky en el asesinato de Klebnikov, aunque su libro está plagado de armas ligeras y semipesadas, de tiroteos en la carretera, en establecimientos públicos y en estudios televisivos, que dejan en pañales al original de Mario Puzo ilustrado por Coppola. De hecho, los sicarios de estos jefes mafiosos contemplan repetidas veces los vídeos de Uno de los nuestros, para imitar la gestualidad de la mafia americana. Sin señalar a nadie, no es menos cierto que el periodista norteamericano de 41 años empezó a ser asesinado el día en que escribió ¿El padrino del Kremlin? Los interrogantes se corresponden con el reportaje que publicó en 1997 en la revista Forbes, y que le costó una querella criminal de su protagonista. Siete años después, algún magnate ruso ha recurrido a métodos más expeditivos para callar al periodista.

Klebnikov detiene su libro a las puertas del Kremlin de Putin, pero su asesinato es la prueba trágica de que la situación no ha mejorado desde entonces. Sus investigaciones arrancan del estupor que le provocaba "el paso de Rusia desde una superpotencia global a un país empobrecido, uno de los tránsitos más curiosos de la historia. El colapso ocurrió durante un periodo pacífico, y en sólo unos pocos años. En su velocidad y magnitud, no tiene precedentes". La investigación que llevó a cabo el norteamericano asombra por su exhaustividad. Entrevistó a todos los protagonistas de la situación, hasta concluir que no se hallaba ante una estructura social amenazada por la Mafia, sino ante un "Estado gangsteril" en su propia médula. En este entramado, la cúpula del poder no se siente satisfecha robando, desea que el conjunto de la población se entere de que lo está haciendo con total impunidad.La marca derechista de la publicación de Klebnikov sorprende en otras geografías. Forbes y The Wall Street Journal -dos de cuyos reporteros publicaron las informaciones que acabaron con la estafa de Enron en 21 días- comparten una línea editorial próxima a la derecha extrema con un reporterismo sin rival en cabeceras progresistas. Este servicio a la verdad se torna incomprensible en España, donde las guerras mediáticas de los noventa forzaron alineamientos alienantes, y dejaron herida de muerte a la independencia de la prensa. El pulso no le tembló al periodista, a la hora de consignar que los maestros de los soviéticos han sido magnates como Marc Rich, a quien Clinton otorgó su perdón presidencial y que, siendo ministro de Justicia Pío Cabanillas padre, consiguió la nacionalidad española sin más que una visita al ministerio correspondiente.

Klebnikov y los conservadores honrados se niegan a creer que la corrupción ayude al capitalismo, una evidencia de la que cuesta convencer a muchos liberales. Predican la transparencia porque premios Nobel como Stiglitz la consideran un ingrediente esencial del mercado. Ante el asesinato del periodista -que evoca al de su compatriota Daniel Pearl, del Wall Street Journal, en Paquistán-, sorprende la singular tolerancia de Occidente hacia el Kremlin, su confianza en una reorientación espontánea del régimen. En fin, recuerden los olvidadizos que el hoy aclamado Roman Abramovich del Chelsea era socio del padrino Berezovsky en el negocio petrolífero. Gracias al régimen que ha alumbrado a los protagonistas de este artículo, Klebnikov no verá su desenlace. Su mejor epitafio son unos versos de Yeats, que él mismo colocó en el frontispicio de El padrino del Kremlin. "Los mejores carecen de convicción, mientras que los peores están llenos de apasionada intensidad".