La inclinación ala iconoclasia que sufren algunos individuos y algunas culturas, a menudo de forma irrefrenable, es una de las afecciones más estériles que conozco. En Venecia un desconocido al que la policía ha bautizado como el "loco del martillo", víctima tal vez de un rebrote incontrolado del virus iconoclasta, la ha emprendido a martillazos con varias esculturas de la ciudad. Sin un motivo aparente, hace algunas noches que recorre las calles de la ciudad mutilando estatuas y bajorrelieves. Primero fue la amputación de un brazo de una estatua de San Marcos y de dos brazos de una de San Francisco, esculpidas a finales del siglo XVII por Girolamo Campanga en la fachada de la célebre iglesia de Andrea Palladio de "Il Redentore", en la isla de la Giudecca. Parece que el ímpetu con que el sujeto en cuestión separó a martillazos los miembros superiores de sus legítimos propietarios, los mencionados santos de piedra, no apaciguó su furor iconoclasta, ya que pocos días después la emprendió a topetazos con los bajorrelieves de un capitel del mismísimo Palacio Ducal en la Plaza de San Marcos. El capitel, datado en la primera mitad del siglo XV, representaba a Moisés recibiendo la Tabla de la Ley. No sabemos qué fue lo que enfureció al "loco del martillo", pero haciendo honor al apodo con que ha sido bautizado, dejó las tablas y los brazos de Moisés y de Yaveh reducidos a quince fragmentos de mármol. De nuevo la fijación con los brazos. Parece ser que en esta ocasión fue visto por varios testigos -se trata de una de las zonas más concurridas de la ciudad-, así que escarmentado decidió dar su último "golpe", que yo sepa, en una zona mucho más discreta y solitaria de Venecia, el templo de San Pietro in Castello, una iglesia de gran tamaño pero semi-abandonada. Se trató nuevamente de un capitel. En este caso, representaba a San Pedro en el momento de recibir las llaves del cielo de manos un Niño Jesús. Como todos los maniáticos que se precien, nuestro loco es de ideas fijas: de nuevo la anatomía de San Pedro convertida en añicos ha sido su mano.Entre los siglos VIII y IX el Imperio Bizantino se vio turbado por una fiebre iconoclasta. A su llegada al trono, hacia el año 726, el emperador León III Isaurio promulgó una serie de leyes que prohibían la veneración de imágenes, por considerar que se trataba de una forma de idolatría contraria al sentido profundo de los evangelios. La fiebre que se desató tras la medida provocó una sistemática destrucción de incontables esculturas que ya existían.No sabemos si el "loco del martillo" es un iconoclasta o simplemente un gamberro que tiene ganas de llamar la atención, como aquel escultor mediocre y fracasado que hace unos años destrozó un fragmento del David de Miguel Ángel en la Academia de Florencia. Tal vez ni siquiera conozca el significado de la palabra "iconoclasia". A lo mejor a base de leer códigos Da Vinci y otros bodrios novelísticos de éstos que ahora se han puesto tan de moda sobre conjuras vaticanas y/o templarias ha perdido el juicio, como el hidalgo Alonso Quijano, y el muy payaso se cree un gran hombre consagrado a la misión de salvar el mundo a base de mutilar esculturas de santos. A ver si lo detienen antes de que el pobre diablo se pegue un martillazo en un dedo.