Tía Práxedes opina que ya era hora de que las parejas homo a partir de 2005, mismamente el año que viene, puedan al fin casarse. Si no como manda Dios, sí al menos como permita el Código Civil debidamente reformado al efecto. "Han venido esperando ese histórico hito desde Atapuerca hasta nuestros días", dice ella un tanto así enfática y campanuda, y yo me reservo la lógica conclusión de que si han tenido que esperar tantísimo, más bien los pillará muy de mayores, muy de Inserso.

"Rodríguez Zapatero cumple, lo mismo si se trata de mandar que las tropas salgan de Irak, que facilitar al colectivo la salida del armario", y creo yo que gays y lesbianas debieran montarle al Presidente sociata una mega manifestación de reconocimiento con pancartas de "¡A ti te lo debemos!", como cuando aquellas gigantescas concentraciones nacionales en la Plaza de Oriente para agradecerle al Caudillo el Seiscientos a plazos a los 25 años de Paz.

Me encantan las tardes con tía Práxedes porque la quiero, por sus observaciones (no siempre, por no decir casi nunca, políticamente correctas) y riguroso pecado mortal. Y debo confesar que no pondría la mano en el fuego porque esos tres alicientes fueran en el orden que expongo. A propósito del jabugo, tía Práxedes dice que jamás se convertiría a una religión, "la musulmana", que promete un paraíso de vírgenes y arroyos de leche y de miel en la otra vida, a cambio de prohibir en ésta una pata negra acompañado de un Vega Sicilia de reserva. "Aparte de que ya me dirás que haría una servidora con las dichosas vírgenes como no fuera tirarlas del moño porque en algo habría que pasar el tiempo digo yo". "El supuesto paraíso mahometano, además de un dudoso negocio es de un machismo que te cagas".

Aprovecho una pausa para preparar a su desagradable gato la merienda a base de Wiskas modalidad gran gourmet, para intentar meter baza en su soliloquio, no del gato obviamente sino de su dueña. El gato de mi tía es malencarado, fondón, y deja pelos por todas partes, y se llama Nijinski en recuerdo de los ballets de Montecarlo y La siesta de un fauno de Debussy. Pregunto a mi tía el porqué de su tan manifiesta adhesión a los futuros matrimonios homosexuales, y como tantas veces me pilla descolocado saliéndose por sus peculiarísimos cerros de Úbeda. "Me alegro muchísimo porque a partir de entonces ya los podremos criticar". Estupefacto, replicó que quién lo iba a decir, de ella, eso de "criticar" a los homo a esas alturas de la película y la modernización del país y su sociedad civil. Como si no me hubiera escuchado una sola palabra de mis objeciones, ella sigue con su discurso: "Piensa que ahora ya podremos marujear lo "escandaloso" que resulta que Tomeu y Bernat vivan juntos sin estar casados, o que Vanessa y Mararitín compartan lecho y pan y cebolla sin certificado de matrimonio". "Imagina la alegría del vecindario de Aquí no hay quien viva. caricaturístico pero real como la vida misma, que no podían cotillear sobre la pareja gay porque eso ya no se lleva nada, lo de criticarlos quiero decir, pero a partir de ahora se pondrán morados mientras los ponen verdes".

Ya más en serio "la conozco de sobra" pasa ella a preguntarse qué pasará con esos matrimonios homo, si se da la desgraciada circunstancia de tener que pedir amparo a la futura y de antemano polémica Ley contra la violencia de género, tan deliberadamente discriminatoria positivamente respecto a la mujer maltratada o amenazada. ¿Será de igual aplicación en caso de que una lesbiana denuncie a su compañera matrimonial? Y más aún, que pasará si el referido matrimonio es de gays, donde al parecer uno de ellos asume en cierto modo el rol digamos "pasivo". ¿Amparará dicha Ley al referido en su denuncia, o se inhibirá considerando que no procede? Y también ¿A quién se concederá la guarda y custodia de los hijos adoptados o habidos mediante fecundación asistida en caso de divorcio?

En cualquier caso, y mientras ella separa con destreza y precisión de cirujano una nueva loncha de jabugo de los encinares, le hago saber que a mi no me engaña: Por encima de sus pour parler sé que su sintonía con la futura legalización de esos matrimonios, semánticas aparte, está en un honroso convencimiento de que con ello viviremos en un país un poco "más justo y humanizado".