Los dioses se complacen en la ironía de las cosas. A este respecto, la biografía del ciudadano José Luis Rodríguez Zapatero resulta paradigmática. Hace cuatro años menos un día, ningún editor habría arriesgado ni un solo euro como anticipo de un libro dedicado a relatar la historia de su vida. Sólo era un joven dirigente socialista que en un gesto calculado de atrevimiento había irrumpido casi como espontáneo en el ruedo en el que los grandes barones del PSOE habían organizado un Congreso para entronizar a Pepe Bono como última esperanza de encontrar a alguien capaz de sacarles de la profunda crisis política en la que les había dejado la derrota de Almunia y, sobre todo, el triunfo por mayoría absoluta de José María Aznar, el por aquel entonces líder del Partido Popular.

Con excepción de un grupo reducido de amigos y compañeros de escaño o de partido (Blanco, Caldera, Cuevas, Pajín, López Aguilar, Sevilla, Trinidad Jiménez) y de una minúscula peña de periodistas, ya digo, nadie, ni en su partido ni fuera de él, confiaba en que su presentación como candidato a la Secretaría General en el XXXV Congreso pasaría del terreno de lo anecdótico. Más aún, medios de comunicación ahora en trance de genuflexión, consideraban por aquel entonces que sus aportaciones políticas eran pueriles. Vamos, que no se lo tomaban en serio. Pero los dioses (con la ayuda inestimable de Alfonso Guerra, todo hay que decirlo) decidieron otra cosa.

Hasta el punto de que nueve votos de más y cuatro años después, Rodríguez Zapatero ha dejado de ser aquel 'Bambi' de las historias para sonreír para convertirse en el secretario general del PSOE que más apoyos ha conseguido a lo largo de la historia de este centenario partido. Obvio resulta decir que por el camino ha ganado tres elecciones seguidas y que la última le ha convertido nada menos que en presidente del Gobierno de España y, en consecuencia, en primer editor del BOE. Presentarse a un Congreso de partido pudiendo depositar sobre el atril la lista con los nombres de los tres mil altos y bajos cargos que conforman el entramado del Estado es un argumento irrebatible. Nada hay que tenga más éxito que el mismo éxito. Antes le llamaban 'Bambi', ahora es el jefe. Por mucho que hable de "talante" y predique algunas de las virtudes franciscanas, está claro que en el seno del PSOE no hay quien le tosa. Casi podían haberse ahorrado el Congreso.