La revista del New York Times, es decir, el Times Magazine, publicó hace un par de semanas un artículo en verdad interesante acerca de las creencias religiosas. Se hacía eco de un experimento en el que el profesor Scott Atran, antropólogo del CNRS de París -la institución mayor y más prestigiosa de la ciencia en la nación gala-, ha tratado la superstición, lo que él llama "creencias más allá de la racionalidad". Atran presentó a los sujetos del experimento -alumnos suyos- una caja procedente de la brujería africana, con supuestos poderes mágicos, diciéndoles que tenía la particularidad de hacer que desapareciese cualquier objeto colocado dentro de ella por quien albergara sentimientos negativos acerca de la religión.

Los alumnos que se manifestaron ateos estaban dispuestos a depositar dentro de la caja un lápiz sin el menor problema. Pero si les pedía que dejasen su carnet de conducir, dudaban más. Y muchos de ellos se negaron a meter la mano. Al decir del profesor Atran, el experimento demuestra lo extendido de las creencias en "algo" que, se llame fe religiosa o no, se aparta de lo que es un pensamiento reducido a la razón.

El alcance de las supersticiones dentro de nuestras sociedades civilizadas puede deducirse de los experimentos al estilo de los que lleva proponiendo Scott Atran desde hace un cuarto de siglo. También puede comprobarse sin más que constatar cuántos diarios publican una sección de horóscopos. De hecho, es más que probable que cualquiera a quien se le pregunte cuál es su signo del Zodíaco sepa la respuesta. Eso, por supuesto, sucede tanto con quienes se manifiestan creyentes como con los que declaran ser agnósticos. Y parece que el fenómeno alcanza incluso las esferas oficiales. Dos científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas -la versión española del CNRS francés- publicaban hace poco un artículo quejándose de que la revista Agenda Viva, Ciencia y Medio Ambiente (las mayúsculas son textuales), publicada por la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente con ayuda del Ministerio de Educación y Ciencia y otros organismos públicos, calificaba como "uno de los biólogos más innovadores" a Rupert Sheldrake, autor asiduo en revistas de parapsicología y suplementos de divulgación.

Si procuramos no cruzar bajo una escalera -al margen de que haya en ella un obrero pintando, que convierte el acto en aconsejable-, si tocamos madera, si cruzamos los dedos o si dejamos el salero sobre la mesa en lugar de pasárselo en mano a quien nos lo pide, poco podemos quejarnos de que la creencia en lo sobrenatural abunde. Por cierto, ¿se ha fijado usted en si existe o no la fila 13 en los aviones?

Pero tal vez un ministerio que se ocupa administrativamente hablando de la ciencia, y en un año que el propio ministerio ha denominado así, Año de la Ciencia (de nuevo las mayúsculas vienen en origen), debería ser más cuidadoso con lo que apoya. Por fortuna este país no sufre de momento el acoso de fundamentalismos como los que, en los Estados Unidos, defienden el llamado "diseño inteligente" como alternativa a la selección natural. Pero los experimentos al estilo de los que lleva a cabo Scott Atran indican que no puede darse la batalla de la racionalidad por ganada, ni siquiera en la Francia republicana.