Lo que se vivió el martes pasado en Tokio ha quedado ya marcado como uno de los episodios para la historia de los Juegos. Simone Biles, la que tenía que ser la estrella de la cita olímpica y ha acaparado los focos tras lanzar el mensaje que la salud física y mental está antes que las medallas, volvió a competir. Y lo ha hizo con una sonrisa y en barra de equilibrio, donde se llevó el bronce, el mismo metal que en Río. Daba igual lo que hiciera, lo importante era verla sonreír de nuevo en su hábitat natural.

Desde que dio un paso al lado en la final por equipos y explicó que renunciaba al concurso completo por equipos e individual para priorizar su salud mental, había la incertidumbre de saber si Simone volvería a competir en los Juegos de Tokio.

Biles recibió una sonora ovación del pabellón japonés por los técnicos y gimnastas que habían podido acceder por las restricciones de la Covid. Tanto al empezar y terminar su ejercicio como cuando regresó al podio, donde sus ojos brillaron por las lágrimas de emoción. "Ha sido una semana muy larga, han sido cinco años muy largos", sentenció a sus 24 años. "No esperaba conseguir una medalla. Solo quería salir y hacerlo por mí, y eso es lo que he hecho (...) Este bronce es más especial que el de la barra de equilibrio en Río. Lo apreciaré durante mucho tiempo".

Gianmarco Tamberi y Mutaz Essa Barshim

El lema de los Juegos Olímpicos, 'Citius, altius, fortius (más rápido, más alto, más fuerte)', saltó por los aires en el estadio olímpico de Tokio. Y es que, durante la final de salto de altura, el italiano Gianmarco Tamberi y el catarí Mutaz Essa Barshim renunciaron lo de 'altius'. Empatados a todo tras no poder superar los 2,39 metros, se vieron ante una disyuntiva: disputar un desempate o compartir el oro. Y no lo dudaron. Un abrazo que queda para la historia del olimpismo selló la decisión. Estarán igual de alto en el podio, en lo más alto, algo inédito desde que los estadounidenses Edward Cooke y Alfred Gilbert compartieron el oro en los Juegos de Londres de 1908, hace 113 años.

Tamberi abraza a Barshim tras sellar el pacto para compartir el oro. EP

La celebración tras el oro 'pactado' estuvo a la altura de la situación y del personaje. Tamberi, de 29 años, rompió a llorar desconsolado y estuvo revolcándose durante varios minutos por la pista. Todavía andaba por ahí durante la carrera de los 100 metros, y envuelto en una bandera tricolor recibió al velocista Lamont Jacobs en plena desaceleración tras proclamarse por sorpresa campeón olímpico del hectómetro, en unos minutos históricos para el deporte italiano.

Neisi Dajomes

Había ganado el oro en halterofilia, en la categoría de 76 kg. A sus de 23 años, Neisi Dajomes habia levantado 263 kilogramos, 118 en arrancada y 145 en dos tiempos. Estaba en el podio a punto de ser coronada campeona olímpico, cuando la ecuatoriana mostró a la cámara la palma de su mano izquierda. Mamá y hermano, se podía leer. “Hace poco perdí a mi hermano y perdí antes a mi madre, ellos desde el cielo nos cuidan; por eso todos mis triunfos se los dedico y les agradezco por haber sido tan importantes en mi vida”, dijo. Sus familiares fallecieron en 2019 y 2018 respectivamente.

María Belén Pérez Maurice

Acababa de ser eliminada de los Juegos. María Belén Pérez Maurice estaba concediendo una entrevista por televisión cuando de fondo se vio como uno de los entrenadores de la selección argentina de esgrima desplegaba un papel. El entrevistador le dijo a la sablista que se girara para leerlo. 'Flaca, te querés casar conmigo? Por favor', se podía leer. El entrenador del equipo olímpico y compañero durante 17 años, Lucas Guillermo Saucedo, volvía a intentarlo tras su propuesta fallida de 2010 en el Campeonato Mundial de Esgrima. Esta vez María Belén le dijo que sí.

Annmiek Van Leuten

Annemiek van Vleuten, la famosa ciclista neerlandesa, celebró apasionadamente su llegada a meta de la prueba de ciclismo en ruta. Acababa de colgarse una medalla olímpica. El problema era que no era el oro que imaginaba, sino plata. Corrían sin pinganillo y por eso no sabía que había una fugada, Anna Keisenhofer, una ciclista austríaca que vivió varios años en Arenys de Mar mientras estudiaba un doctorado de matemáticas en la Universitat Politécnica de Barcelona. Pasado el chasco Van Vleuten se sobrepuso y tres días después se proclamó, ahora sí, campeona olímpica en contrarreloj.

Annmiek van Vleuten celebra una victoria que no fue. EFE