Llegó primero Sandra Sánchez y luego vino Damián Quintero (con la medalla de plata lograda este viernes en los Juegos Olímpicos de Tokio) para que el aficionado al deporte descubriera que España es una potencia mundial, sobre todo en las katas donde se lucha, sin contacto físico, con un rival imaginario. Un karate español que no ha querido desaprovechar la única cita olímpica de este deporte para llevarse dos medallas y enseñar a dos prodigios, dos karatecas impresionantes.

A Quintero lo conocen como ‘Kingtero’ y no se ha bajado de los podios internacionales, con algún altibajo como cualquier otro deportista, desde 2004. Por si fuera poco, no se ha conformado en ser el número uno del karate, siempre con permiso del japonés Ryo Kiyuna (su rival en la final de katas), sino que se ha convertido en ingeniero aeronáutico con dos masters acabados, uno sobre estructuras aeronáuticas y otro sobre gestión deportiva.

Una única oportunidad

Y porque sabía que solo tenía una oportunidad para llevarse una medalla olímpica, en un deporte que solo estará en Tokio, y que desaparece del programa de los Juegos de París, en tres veranos, cuando Quintero ya tendrá 40 años, quizá demasiada edad para seguir con las katas y continuar con horas y horas de entrenamiento sobre los tatamis de la residencia Joaquín Blume de Madrid, adonde se trasladó en 2002 al tiempo que iniciaba los estudios universitarios.

Precisamente, pensando en Tokio, aparcó el trabajo en una empresa aeronáutica aunque tuvo tiempo de casarse. “Llegué a odiar el tatami que tenía en el sótano de casa”, adonde apenas ha querido volver a bajar. Allí se pasó encerrado horas y horas durante el confinamiento del año pasado. Hablaba solo con su entrenador a través del vídeo de su ordenador y sin tener claro cuándo se iba a reiniciar la temporada de karate y si se llevarían a cabo o no los Juegos de Tokio. Así que decidió desconectar del mundo y centrarse solo en mejorar en su deporte.

Los inicios en Torremolinos

Atrás quedó su época moza en el gimnasio Goju-Ryu de Torremolinos, adonde se trasladó la familia Quintero desde su Buenos Aires natal cuando él tenía 5 años. Y la verdad, no le costó mucho convencer a su madre para que le dejara probar con el karate con apenas 8 años para comenzar una vida prodigiosa en este deporte con una cosecha impresionante de títulos desde que en 1992 logró la medalla de bronce en el Torneo de Navidad de Málaga. Más de un centenar de metales colecciona hasta ahora.

Siempre con la maleta a cuestas, a excepción de la pausa por el azote del coronavirus, con muchas visitas a Japón, se convirtió en número uno del mundo, distinción con la que llegó a Tokio para evidenciar con sus movimientos lo que repite muchas: “el kata es un arte, una sensación”.

El enfado

Una sensación olímpica que le hace discrepar por una decisión que no entiende ni comprende: ¿por qué el karate dejará de ser olímpico? en lo que ha sido un regalo del COI al país donde nació esta disciplina marcial. ‘Kingtero’ cree que la determinación marcará a los chavales, a las generaciones del futuro, a las que podrían animarse a la hora de convertirse en karatekas y tratar de imitar no solo a él, sino a Sandra Sánchez. Y ambos, por esta razón, no han querido defraudar para regresar desde Japón con dos medallas en la maleta.