­"Campeón, campeón", cantaban orgullosas las doscientas personas que esperaban al campeón olímpico de K1 1000 metros en Son Sant Joan. El mallorquín Marcus Cooper Walz, con la medalla de oro colgada de su cuello, sonreía emocionado ante el aluvión de familiares, amigos y vecinos de Cala d´Or, Portopetro y Santanyí que se habían desplazado para darle la histórica bienvenida. "Qué pasada", decía cuando, con los ojos vidriosos, miraba el entusiasmo de los que esperaban para darle un abrazo, pedirle una fotografía o un autógrafo. Cuando levantó el brazo en señal de victoria los decibelios aumentaron sustancialmente en un emotivo momento para el recuerdo para el palista.

´Gracias Marcus´, ´Enhorabuena campeón´ o un sencillo ´Orgull´, se podían leer en las pancartas que decoraban la terminal de llegadas sobre las 21 horas. "Estoy contentísimo. Esta gente siempre está conmigo, siempre me reciben cuando vengo de una competición, aunque quizá no tanto como hoy -por ayer para el lector-. Es una alegría y un placer saber que lo disfrutan conmigo", dijo ante la decena de periodistas que le esperaban. Justo antes, un grupo de amigos, todos ellos con una camiseta conmemorativa del éxito, le mantearon para jolgorio de los que le observaban. El alcalde de Santanyí, Llorenç Galmés, y el director general d´Esports, Carles Gonyalons, eran algunas de las autoridades que le esperaban para felicitarle. Eso sí, los que más eufóricos estaban, más allá de su familia, eran los miembros del Reial Club Nàutic de Portopetro, donde empezó a los doce años a dar paladas para cumplir este sueño.

Un menor número de personas, un medio centenar, pero con la misma pasión y orgullo, recibieron tres horas antes a Alba Torrens, medallista de plata en baloncesto, y a Sete Benavides, que fue cuarto en C1 200. El también baloncestista Rudy Fernández llegó con ellos, pero prefirió ser más discreto y no ser visto. Los que sí se llevaron una gran ovación, como no podía ser de otra manera, fueron Alba y Sete. Una expedición encabezada por el Reial Club Nàutico del Port de Pollença, con pancartas dedicadas a Benavides, llevó la voz cantante del recibimiento a ambos deportistas, aunque especialmente al palista de ese mismo club. Esta comitiva calentó motores cerca de media hora antes de la llegada de su socio más ilustre con cánticos y mensajes de ánimo.

Muchos jóvenes alumnos de este club asistieron para ver de cerca a su ídolo, y de paso fotografiarse y pedir autógrafos a la líder de selección española de baloncesto, Alba Torrens, que a su vez fue recibida por decenas de familiares y amigos. La alero de Binissalem fue abrazada y besada por su familia nada más aparecer en la terminal de llegadas, justo antes de resistir una avalancha de gente que se quería fotografiar con una medallista olímpica especialmente feliz y sonriente, como siempre. Especialmente emotivo fue el momento en que el abuelo de Torrens se acercó a la jugadora para colocarle al cuello la medalla de plata conseguida en Río.

Incluso varios turistas se detuvieron ante ella al ver la medalla olímpica colgada del cuello y se hicieron un ´selfie´ con la binissalemera. Ambos deportistas estuvieron más de media hora recibiendo el cariño de la gente en forma de abrazos, fotografías, cánticos e incluso, en el caso de Sete Benavides, con un manteo.

Al final, Torrens y Benavides se desearon suerte, ante la ovación de todos los asistentes, y el aeropuerto se convirtió en una fiesta conjunta para homenajear, de igual forma, a dos deportistas mallorquines que han realizado una gran participación en los Juegos Olímpicos de Río. Alba Torrens fue la máxima anotadora del combinado nacional de baloncesto que se proclamó subcampeona olímpico y Sete Benavides se quedó a 21 milésimas de la medalla de bronce en la prueba del C1 200 metros, en piragüismo. Ayer, por fin, ya pudieron dormir en casa.