El final de 'Cobra Kai' en Netflix: adiós a una de las mejores series familiares recientes

Seamos sinceros: 'Cobra Kai' debió durar mucho menos. Lo que empezó como una modesta mezcla de parodia amable y secuela sincera de 'Karate Kid' ha acabado alargándose hasta seis temporadas que pudieron ser cuatro. Pero seré nuevamente sincero: a pesar de todo ello, he visto esta tanda final y definitiva de episodios con un cierto nudo en la garganta. Si has llegado hasta este tramo de la serie, resulta complicado asistir a todas estas resoluciones de conflictos y despedidas de personajes sin sentir un mínimo de emoción. 

Al principio de este tramo, nuestros héroes se están recuperando de los trágicos sucesos acaecidos en Barcelona durante el (ficticio) torneo mundial de kárate Sekai Taikai. Recordemos que el luchador estrella del 'dojo' Cobra Kai, el alborotador coreano Kwon Jae-sung (Brandon H. Lee), perdió su vida sobre el tatami. El torneo, obviamente, fue cancelado. En el intento de pasar página, Daniel LaRusso (Ralph Macchio) se ha concentrado en el aniversario de su concesionario de coches, donde emplea como vendedor desde hace un tiempo a su antiguo rival Johnny Lawrence (William Zabka), que ha empezado a abandonar su sueño de tener su propio 'dojo'.

Para los personajes más jóvenes, es tiempo de tomar grandes decisiones sobre sus estudios universitarios. O al menos para aquellos a los que les dan los créditos; no es el caso de Robby (Tanner Buchanan), el primer hijo biológico de Johnny, que empieza a elucubrar sobre la formación profesional. Sam LaRusso (Mary Mouser) tiene opciones en la UCLA, lo que le alejaría ligeramente de su querido Miguel Diaz (Xolo Maridueña), con la vista puesta en Stanford.

Villanos monolíticos

Pero lo que más hacen los guionistas es acortar distancias, sobre todo emocionales: la citada Sam y Tory (Peyton List) acercan posiciones, igual que los Hermanos Binarios, es decir, Eli (Jacob Bertrand) y Demetri (Gianni DeCenzo), los dos 'nerds' oficiales del 'dojo' Miyagi-do. Despiden con cuidado a cada personaje, incluyendo al 'sensei' Chozen Toguchi (Yuji Okumoto), cuya adicción al programa de subastas de trasteros '¿Quién da más?' da para buenos momentos. Por desgracia, también siguen prestando excesiva atención a las tribulaciones de Kreese (Martin Kove) y Silver (Thomas Ian Griffith), un par de villanos monolíticos a los que ahora (quizá demasiado tarde) tratan de humanizar. 

Los tres últimos episodios se centran, sobre todo, en la acción de kárate, que no se retoma en Barcelona sino en el mismo valle de San Fernando. Acción, como es habitual (y digno de celebración) en esta serie, perfectamente transparente, legible, electrizante, esto último en parte por la fijación en entrelazar patadas y golpes con cuestiones dramáticas; es decir, cuando se pelea no está en juego solo pasar a una final, sino también algo más personal, una venganza, un amor. 

A pesar de sus altibajos, 'Cobra Kai' debe ser una de las mejores series familiares de los últimos tiempos; una oportunidad para los padres de enseñar a sus hijos valores importantes (lealtad, responsabilidad, respeto hacia uno mismo y los demás) sin que nadie se aburra casi nunca. Los padres pueden disfrutar de los guiños a los 80; sus vástagos, sobre todo, de la nueva generación de luchadores (esos que deberían haber invitado a la inminente película 'Karate Kid: Legends'), aunque los viejos Daniel y Johnny sean en realidad irresistibles para público de cualquier edad. Hablamos de dos antiguos rivales del instituto que, 35 años después, unifican sus métodos en el intento de imponer el bien: ¿puede haber una historia más inspiradora?