Al director británico Andrew Haigh, revelado con 'Weekend' y de reputación consolidada con '45 años' 'Lean on Pete', se le suele tildar de humanista, pero él se considera, sobre todo, un pesimista. "Casi todas mis obras hablan de personas que luchan contra alguna seria dificultad, contra el dolor y el sufrimiento", nos recuerda en entrevista a través de Zoom. Y su miniserie de cinco episodios 'La sangre helada' (Movistar+, desde el lunes, día 25) no es una excepción. "La novela original [de Ian McGuire] explora esa misma idea, solo que en un lienzo más grande e intenso de lo habitual en mí. Eso me atraía sobremanera: seguir trabajando los mismos temas, pero esta vez en un mundo enorme que no había tenido oportunidad de explorar en la pantalla". 

Ya no hablamos de una película pequeña con gente hablando en una habitación. Haigh trasciende sus propios límites y se marca un crudo y salvaje drama de aventuras en el Ártico; rodado, además, en el Ártico. A mediados del siglo XIX, el joven cirujano Patrick Sumner (Jack O'Connell) se embarca como médico en una expedición ballenera hacia esas heladas latitudes, como si moverse geográficamente fuera a servirle para dejar atrás los horrores de su pasado de soldado en la India. 

"Los hombres a bordo de este barco no tienen gran aprecio por la ciencia", le advierte el Capitán Brownlee (el siempre brillante Stephen Graham). Y el que menos, quizá, el arponero Henry Drax (Colin Farrell), a quien parece motivar menos el dinero que poder aniquilar animales. Al tiempo que se revela la verdadera motivación del viaje, Patrick y Henry, intelectualismo e instinto, entran en tremebundo conflicto. 

Igual que 'Lean on Pete' no era la historia de un chico y su caballo, sino un chico y su tragedia, 'La sangre helada' no cuenta realmente el enfrentamiento del hombre contra una naturaleza despiadada: "Sobre todo, habla de cómo los hombres se definen a sí mismos: con quién deciden tener relaciones, dónde eligen situarse como personas. Eso me parecía interesante. También es una historia sobre la resiliencia y cómo encontrarla. ¿Cómo batallas a través de ella? ¿Cómo tomas las decisiones correctas? Por supuesto, no siempre llegas a tomarlas".

Real es mejor 

Haigh tomó la decisión correcta al elegir rodar en el Ártico, en los mares helados al norte del archipiélago Svalbard, en lugar de en un plató con pantalla verde. "Si hice que todo el mundo subiera hasta allí arriba, fue por dar realismo a la serie y para que todos experimentásemos un poco cómo debió ser ese mundo. Es complicado estar ahí, claro. Hace mucho frío. También puede hacer viento. Estás viviendo en un barco, lo que no es ideal. Pero el equipo y el reparto agradecieron el viaje". De hecho, se creó un sentimiento de camaradería que Haigh no ha visto en rodajes más tradicionales. "Cuando animas a la gente a meterse en algo complicado, todo el mundo se acaba uniendo en las dificultades y se acaba creando una pandilla. Es uno de los rodajes más extrañamente agradables que he vivido".

¿Esperaba el director algo más parecido a un rodaje de Werner Herzog? El proyecto y el resultado final transpiran el carácter lunático de los clásicos del alemán. "La verdad es que sí –admite Haigh–. Quería buscar algo de esa magia. Ahora mismo la gente no va a rodar al Ártico. Trato de no pensar mucho en influencias cuando trabajo en una película o serie, y dejar que el trabajo sea el que quiere ser, pero admito que Herzog estuvo en mi mente y que me inspiró saber que una vez subió un barco por una montaña". 

Dilemas de un autor en televisión

Tras impulsar hace casi una década la estupenda 'Looking', sobre la vida gay en San Francisco, Haigh se ha marcado con 'La sangre helada' una serie todavía más personal si cabe. Está contento por haber podido hacer realidad su idea, pero parece algo escéptico sobre el margen de maniobra de los directores de cine en televisión: "Nos pasamos a la tele porque hay oportunidades y porque, de lo contrario, no podrías rodar el proyecto. No hay presupuestos para hacer estas historias como película. Pero es un medio diferente; no es como el cine. La mayoría de espectadores no saben quién eres y solo quieren algo que les entretenga. Así que tratas de encontrar un punto intermedio: asimilar que no haces una película, pero no dejar de ser fiel a la clase de cosas que te interesan".